Por: Eddy Darìo Barrios Orozco - Esta mañana salí a caminar bien temprano y me llegué hasta la clínica de un amigo a recoger los resultados de un ecosonograma que él me había realizado a mis Carótidas y uno general, de todas mis vías digestivas, abdomen, etc., relacionados con mi EXAMEN MÈDICO ANUAL( y lèase literalemente incluso) por estar pròximo a mi 64 aniversario del venidero 19 AGO SDQ! Salí tan contento de los buenos resultados, que me sumergí de nuevo en la caminata de Rancho Grande a mi apartamento, esta vez con un paso más animado y vigoroso, bajando por la Av. Juan José Flores, no contando con que al farol mayor le habían puesto pilas nuevas. A la altura de la plaza hube de detenerme a reposar y refrescarme. Por gracia de Dios una amiga con-viandante me vio tan acalorado que me invitó a su casa para darme un vaso de agua fría, compadecida como estaba de mi demacrado aspecto de atleta de otoño. Una vez sentados en el “fresco” de su porche, la conversa inevitablemente cayó en la situación actual, y ella, conociendo mi pasado breve de pichón de político, me echó en cara mi parte de culpa por haber sido candidato por dos partidos del llamado Polo Patriótico de entonces (año 2.000) y aunque no soy chavista, tuve que calármela en silencio. En un cierto momento me dijo: “Ahora sí es verdad que no voto por ese tipo. Si no lo hice ayer menos hoy, y pienso que nadie debería votar por él, y te voy a decir por qué”. Drástica mi amiga, ¿no? Acto seguido, después de preguntar si yo sabía de algo mejor que lo que ella había oído hasta el presente, la argumentación de mi vieja amiga se fundamentaba en el dilema de si será cierto que él estuviera enfermo de verdad, que fue la pregunta inicial con la que me recibió en su casa. Ella prosiguió con algo que se asemeja a lo que llaman Duda Razonable en esos programas de juicios gringos, según lo cual ella me dice que si el presidente efectivamente lo está, es bien lamentable; pero que esa sola razón le bastaba para no votar por alguien quien tiene la vida en un hilo (el de la parca). Y si no fuera cierto; pues, peor para él, porque debe ser bien maluco quien se atreve a fingir una enfermedad tan grave y eso de por sí ameritaría más que un juicio político, del cual saldría reprobado con toda seguridad. Por cierto, ella piensa y cree que sí tiene la enfermedad; pero, al escuchar a sus vecinas y al ver el tejemaneje con la información oficial del caso en cuestión, le entra la tal duda razonable. Relato esta anécdota fresquita de hace una media hora, por su valor testimonial y porque ese es el sentimiento que el mensaje del presidente dejó en el pueblo. No en el sector chavista, el cual cree y creerá siempre, y a pies juntos, todo lo que él les diga y no les importa si es verdad o no. Sabemos que sólo porque él lo diga es verdad para ellos y así lo aceptan. El problema es con el resto de la sociedad, y no para esos quienes a él adversan y ya están más que convencidos de que no lo quieren, con o sin cáncer, sino para quienes son independientes (Ni Ni) y quienes tienen la mente libre para analizar con sensatez y serenidad las cosas, quienes tienen que ser convencidos, persuadidos o seducidos con la verdad. Y como dice mi amiga, si lo tiene es muy malo para él y si no lo tiene, es aún peor. Si lo tiene es malo físicamente, si no lo tiene es malísimo políticamente, y la gente se lo cobrará. De tal manera que si el pueblo está ante un dilema, él también debe estarlo. Creo que no ha sido buena la estrategia, ni la táctica seleccionada para informar a la sociedad acerca de la enfermedad del presidente y nadie en realidad sabe ni qué tiene, ni dónde lo tiene, ni cuál es el pronóstico medico real, aparte de que Fidel Castro lo vio tan, pero tan mal, que allí mismo, en la pata del avión, le diagnosticó el cáncer (Chávez mismo dixit). Cómo será la cosa, que mi amiga me dice: “Por eso es que se va para Cuba, para que nadie se entere de los detalles de dónde tiene el tumor, ni de cuál es la gravedad”. Hasta aquí llego, para no agregar más nada a lo que ella me dijo, y no me vaya a entrar a mí el dilema o la duda razonable. Ahora paso a algo que para mí se cae de maduro, aún cuando no esté taxativamente en la constitución vigente para el caso de las enfermedades del presidente y pienso que la AN del futuro debería legislar. Todo empleado que falta a su trabajo tiene la obligación de acudir al Hospital del IVSS y requerir un informe médico oficial y un reposo consecuente, si así fuere necesario. Si va a un médico privado, todavía tiene que ir al del IVSS, para que lo refrende. NO puede llagar y decir él mismo, qué es lo que le dijeron en el IVSS. El Presidente es nuestro empleado y nosotros somos su empleador, y ningún médico oficial nos ha relatado qué tipo de cáncer tiene este especial funcionario público, en qué lugar u órgano de su cuerpo está alojado, si tiene metástasis y cual sería no sólo el diagnostico, sino su pronóstico previsible. Hasta ahora nos hemos conformado con lo que él mismo nos dice al regresar a su puesto de trabajo. No nos lee un informe médico, aunque nosotros tengamos que buscar un diccionario médico o un amigo ídem para que nos lo explique como hacemos con el informe y reposo del médico del IVSS con respecto nuestros empleados y como tuve que hacer yo con el informe de mi médico. Tuve que entrar a Internet para saber qué vaina era esa de pequeña Ateromatosis Calcificada, y lo de buena irrigación sin estenosis que acusan mis carótidas. Aquí ya hubo una experiencia con el caso de Cipriano Castro y otra con el caso de Diógenes Escalante. En el primero, el General Gómez le madrugó el puesto a su compadre y le dijo “Compadrito, quédese por allá, que por aquí mando yo”. Quizás ese sea el temor del actual presidente con respecto a sus ansiosos posibles delfines. En el segundo caso, ni siquiera hubo necesidad de ello porque Diógenes Escalante sólo era el candidato oficial del General Medina. En ambos casos no fue el diagnóstico de un abogado-dictador interesado como Fidel Castro, sino el de médicos calificados, quienes diagnosticaron la enfermedad y la opinión pública supo de qué iba la cosa. Fíjense que en el caso de Diógenes Escalante, al detectarse de la incipiente locura de su amigo, quien divagaba sobre unas inexistentes camisas que no encontraba, el presidente Truman, informado por los lacayos del imperio de entonces, le envió su avión DC-3 de la época a buscarlo y en esa aeronave gringa salió una madrugada para el imperio y allí vivió, convaleció y murió. Léanse la novela EL PASAJERO DE TRUMAN, bien buena por cierto. Francisco Suniaga (1954): El pasajero de Truman (Caracas: Mondadori, 2008. 305 p.). En la Librería del IPSFA está, Bs. 57,00, con el descuento. De paso, el presidente se ha gastado una millonada para conocer de cierto de qué enfermedad murió el Libertador; pues, él duda de la versión histórica oficial de tuberculosis y nos dice – sin justificación ninguna, y sin ninguna evidencia detectada en los costosísimos exámenes contratados que murió envenenado, y ahora él nos obliga al silencio y la duda razonable sobre su propia salud. ¿Tendremos que esperar 100 años para saberlo? En todo caso, ya es hora de que alguien, un médico oficial, pudiendo ser la Ministra de Salud, distinto al paciente, nos lo diga en un comunicado público a la población, y se haga responsable por la información médica precisa y detallada que nos de, acerca de la salud de nuestro empleado, a ver si así mi amiga se convence de votar por él para mantenerlo en nómina. ¿No es así?
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