miércoles, 14 de abril de 2010

¿Prohibida la crítica?


Por: Anibal Romero - www.anibalromero.net - Los defensores a ultranza de la Mesa de Unidad Democrática y los partidos políticos se asemejan a Chávez en un punto: detestan la crítica. Cuando hablo de "defensores a ultranza" me refiero a comentaristas que, por un lado, rechazan las críticas a la Mesa y los partidos con el argumento de que son necesariamente negativas para los objetivos democráticos. No conformes con semejante actitud, por lo demás poco democrática, van más allá y descalifican sin pudores a los que, a veces con buenas razones, nos atrevemos a alzar una (generalmente sustentada) voz de alerta acerca de conductas específicas de la Mesa y sus integrantes. ¡Aliados de Chávez! ¡Quintacolumnistas! ¡Vendidos a la dictadura! ¡Agentes dobles! ¡Quieren a Berlusconi, a Irene Sáez, a Mussolini, a Pinochet!, son acusaciones que se utilizan para deslegitimar a los críticos. Yo creía que los argumentos, la crítica, el cuestionamiento, son derechos de la existencia democrática, y además instrumentos fundamentales para aclarar situaciones, corregir desatinos, avanzar gradualmente por el camino de ensayar, errar y rectificar, con firmeza y equilibrio a la vez. Por lo visto estaba equivocado. No entiendo, además, por qué tanto ensañamiento contra Irene Sáez, de quien se mofan constantemente. Tal cosa me parece indigna, en primer lugar, ya que se trata de una dama, quien por lo que sé no se encuentra aquí y con nadie se mete. En segundo lugar, porque Irene no fue la causa sino el efecto de la crisis de los partidos políticos en los años noventa, en particular de Copei, institución a la que su fundador hirió de muerte (pero los copeyanos, buenos cristianos que son, ya le perdonaron sus pecados). Y en tercer lugar, porque Irene hizo un papel positivo como alcaldesa y es mezquino desdeñarla. Si bien es verdad que no dio la talla en el plano político nacional, no creo que debamos alegrarnos por ello. Al contrario; al fin y al cabo Irene habría sido preferible a Chávez y hubiésemos podido sacarla del poder sin el uso de la violencia, cosa que luce difícil tratándose del caudillo revolucionario. Volvamos a la Mesa. Pienso así: 1) Corresponde a los partidos políticos actuar como vanguardia de la lucha democrática, articular intereses y promoverlos con propuestas claras hacia el futuro. 2) Les deseo el mayor éxito a los actuales partidos democráticos en Venezuela, a la Mesa de Unidad, a mi buen amigo Ramón Guillermo Aveledo, y les felicito por su dedicación. 3) Votaré en septiembre y después también (si me dejan). 4) En teoría, los partidos deben ser el eje de la reconstrucción democrática, pero no se trata de un derecho adquirido sino de una conquista que se logra en la calle, en la pelea diaria en los barrios, ciudades, pueblos y caseríos del país, y no solamente en la televisión. 5) Venezuela espera mucho de la Mesa de Unidad Democrática; me atrevería a decir que espera mucho más de lo que hasta ahora hemos visto. El país demanda nuevos rostros, nuevas ideas, mayor debate. Carece de sentido no realizar primarias donde éstas puedan contribuir al surgimiento de nuevos liderazgos. El tiempo es demasiado corto, pero tareas cruciales siguen planteadas: generar un mensaje atractivo y convincente hacia las grandes mayorías populares; no seguir compitiendo con Chávez para decidir quién es más socialista; unirse de verdad; presentarle al país caras nuevas. Y a los defensores a ultranza de la Mesa y los partidos les pido: sean tolerantes; no ofendan a los que no piensan como ustedes. Si se vanaglorian de ser tan demócratas, empiecen a comportarse como tales.

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