Por: Humberto Seijas Pittaluga - La verdad-verdaitica es que no entiendo lo ofendido que se siente Su Ineptitud, el señor alcalde de Valencia, por un señalamiento que hizo recientemente uno de los más antiguos columnistas de “El Carabobeño”, Pancho Pérez, acerca de que la familia del alcalde “se despacha y se da el vuelto” en esa alcaldía. Tan abochornado debe sentirse al ser descubierto en eso del nepotismo, que no atinó sino a una huida hacia adelante y demandar al periodista en un tribunal. Primero, porque aquél, en una declaración reciente, admitió que un bojote de familiares suyos laboran en la antedicha alcaldía. Parece —no me consta— que su esposa es la mandamás en la Dirección General; su hermana es la Directora de Funval; su cuñada es la Jefa de Personal; que a su nuera la tiene al ladito, en el mismo despacho; a una ahijada la nombró presidenta de Fundatur (ésta, a lo mejor ya no está, por el fiasco de la inauguración de la feria); una comadrita del alma es la directora del Registro; a otra comadre la puso en el Consejo del Niño; y por ahí chorrea. Según él porque dizque son muy competentes. ¡Sí, Luis! Si al viejo refrán nos atenemos, de que “de tal palo tal astilla”, ellos deben ser igualitos a él de inútiles, inhábiles e ineptos. Pa’ mí, que el tipo no es capaz de resolver la enterrada de un perro, dándole uno el hueco. Nunca debió salir de la corporación donde por lo que se destacaba era por haberla convertido en una agencia de empleo de rojos-rojitos. Y por dar una vez al mes una declaración insulsa a la prensa. El pocotón de cráteres en todo el pavimento valenciano, el desorden en el tráfico, la falta de recolección de desechos, la buhoneramentazón en el centro, y pare usted de contar demuestran por qué Su Ineptitud debiera ser revocado en la primera instancia. Como será de incapaz, que cuando fue a encender el arco de entrada para inaugurar la feria —evento del cual denostó hasta que más no pudo, para al ratico irse a España a contratar los toreros— al fulano arco no se le iluminó sino una mitad. Ineptitud a toda vela. A menos que sea por instrucciones de Nuestro Señor de las Totumas de que ahorre electricidad para poder él tener DOS aires acondicionados portátiles que lo refresquen cuando se tira seis horas en su muy oído programa “Aló, cuerda de estúpidos”. Segundo, y ya que admitió que familiares suyos sí cobran por la alcaldía, ¿por qué se ofende si eso es una costumbre de lo más acendrada en la robolución? Es casi una ley. Cilia, por ejemplo, tiene a casi todos los suyos en la Asamblea. Si a las fichas del Seguro Social de algunos de sus parientes que muestran por Internet nos vamos, en la nómina del Legislativo están —además de sobrinos, yernos, comadres, etc.— su hijito Walter Jacob, y un pocotón de hermanos, comenzando por Franquie Francisco —quien, cuando estaba chiquito, duró dos semanas sin nombre porque el papá dudaba si ponerlo Willie Guillermo, Johnny Juan, Georgie Jorge, o el que al final le puso—, Demetrio, Melquiades y Giuson (que no sé por qué, pero mucho me temo que tiene las dos primeras vocales en el orden indebido, que debería ser “Guisón”). Y si miramos hacia la familia real de Barinas, casi todos están pegados a la teta de la res pública. Casi todos sus integrantes están en nómina. Y con tanto provecho que hasta tierra-cogientes se han vuelto. El dilema de los productores del campo en ese estado es: si tienen las finca bonitas y produciendo bien, la versión criolla de los hermanos Karamazov se las compran a precio vil luego de muchas amenazas; y si las tienen mal tenidas, se las expropia el INTI. O sea, si vas pa’ la playa, te pica la raya, y si vas pa’l bajito, te pica el coquito. Tercero, si por la propia admisión de el en mala hora alcalde — y hay que acordarse de aquel viejo apotegma jurídico: nemo tenetur se ipsam accusare— la familia está pegada a la ubre, no puede pagar la culpa Pancho por sólo emplear una frase del común para señalar eso. La frase “despacharse y darse el vuelto”, es una forma popular de explicar que alguien toma ventaja de una ocasión. Que en este caso es el Primer Dedo Municipal. Y cuarto, después de todo, porque lo que dijo Pancho es lo que piensa por lo menos un millón de habitantes de Valencia. Incluido yo. Que espero que Su Ineptitud no me vaya a demandar como a Pancho por expresar lo que pienso. En fin de cuentas, es un derecho que tenemos de acuerdo a la Constitución. Sin embargo, con el sistema judicial que tenemos, no es que esté muy seguro de eso.
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