ANALÍTICA - Habría que ser ciego y sordo y aún así sería imposible no darse cuenta de la involución por la que atraviesa Venezuela. El llamado pomposamente Socialismo del siglo XXI ha generado riquezas absurdas en unos pocos favorecidos por el régimen que se han hecho dueños de bancos, compañías de seguros, de empresas industriales, de importadoras de alimentos y pronto, por lo que suena, de compañías de telefonía móvil. Por otro lado, las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los venezolanos se han ido deteriorando aceleradamente en estos últimos años. Basta para muestra varios botones. La inseguridad en todo el territorio nacional con su secuela de asesinatos, secuestros y robos, ha alcanzado tal grado, que nos coloca al mismo nivel de los países más violentos del mundo. El deterioro de los servicios de salud es tal que no pasa un día sin que no se muestren imágenes deprimentes del estado de los hospitales públicos, mientras que las clínicas privadas se ven abarrotadas más allá de sus capacidades instaladas. Los servicios de agua y electricidad están en mengua debido a la falta de planificación y previsión de un gobierno en el que lo primordial es el debate ideológico sobre la creación de un hombre nuevo. ¿Quién será ese hombre nuevo? ¿Será el mismo que tiene padeciendo más de medio siglo de escasez en Cuba? Y ciertamente el gobierno bolivariano no puede vanagloriarse de éxitos en educación y salud, como en algún tiempo pudo hacerlo Cuba. Mientras el Presidente Chávez piense en la revolución permanente a escala hemisférica, mientras crea que hay que comprar armas para defenderse de una presunta invasión del “imperio”, mientras presuma que no es importante defender la soberanía territorial cuando se trate de países miembros del Caricom, mientras prefiera ser instrumento del Brasil en Mercosur, en vez de ser cabeza del Pacto Andino. Mientras se ocupe en fortalecer, a punta de dólares, la ALBA. Mientras esté convencido de que junto con Irán acabarán con el capitalismo occidental. Venezuela seguirá transitando la ruta hacia el despeñadero con una inflación galopante, una criminalidad desbordada, y una incompetencia generalizada incapaz de brindarle a los venezolanos los servicios públicos elementales para la vida en sociedad. Los que no quieren ver esta realidad y no desean oír el murmullo de descontento a todo lo largo de nuestra geografía terminarán siendo, quiéranlo o no, las próximas víctimas de una realidad que no discrimina entre rojo rojitos, escuálidos y Ni Ni.
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