Por: Joaquín Machín - “Para evitar actividades hostiles en Berlín, se ha decidido establecer un enérgico control a lo largo de toda la zona fronteriza que divide varios sectores de la ciudad”, decía el comunicado emitido por el Gobierno de Alemania Oriental el 13 de agosto de 1961, domingo. El “control” era una barrera de alambre de espino que tropas del ejército y algunos voluntarios del SED (Partido Socialista Unificado) habían extendido durante la noche anterior -para cerrar los pasos entre los dos sectores berlineses. Y el “control” era, también, un despliegue de dos divisiones acorazadas y 10.000 policías con la orden de disparar contra los orientales que pretendieran franquear aquella barrera, pues sus armas no apuntaban contra los sectores occidentales de la ciudad, sino contra los ciudadanos de Berlín Este. El cierre a cal y canto de la frontera –extendido también a las comunicaciones telefónicas entre Alemania Occidental y Oriental, que quedaron interrumpidas– acababa de esta forma con la esperanza de salir del país de muchos alemanes orientales que querían buscar la libertad en el “otro lado”. Hasta ese día, casi tres millones de alemanes del Este –uno de cada nueve– habían abandonado el Estado comunista para refugiarse en la República Federal. El flujo de emigrantes había crecido tan considerablemente –en la última semana habían salido 12.448, personas, una cifra récord–, que incluso acarreaba problemas a las autoridades de Berlín Occidental, donde se había crea-do el campo de acogida de Marienfelde, para atenderles en un primer momento. Por su parte, en el lado oriental, esta huida masiva resultaba insoportable para los comunistas, ya que afectaba gravemente a las estructuras social y económica del -país por un doble motivo: por la sangría demográfica que suponía y porque, en general, quienes abandonaban el país eran los profesionales más cualificados. Pese al anillo fortificado que habían levantado las autoridades del Este, ese mismo día, 13 de agosto, más de 159 personas lograron huir al Oeste, algunas cruzando a nado el canal Teltow. Luego, esto resultaría más difícil, prácticamente imposible y, a lo largo de los 28 años de vida que tuvo el -muro, unas cien morirían en el intento de franquearlo. Y es que, en su etapa final, la pared medía más de cinco metros de altura y estaba coronada por un tubo de 40 centímetros de diámetro que impedía aún más la posibilidad de atravesarla. Aparte, existía la llamada “franja de la muerte” o tierra de nadie”, un área de aproximadamente dos metros de anchura, limitada por una -verja de dos metros de altura que, en algunos tramos, estaba electrificada y se encontraba permanentemente vigilada por soldados armados y perros adiestrados.Aunque las autoridades orientales dijeron inicialmente que la frontera podría ser cruzada por los occidentales que poseyeran un permiso especial, que sería “necesario hasta que la situación de Berlín Occidental haya cambiado y quede la ciudad como zona libre, neutral y desmilitarizada”, lo cierto es que permaneció totalmente cerrada hasta el mes de diciembre de 1963. Su apertura fue para permitir que los berlineses del Oeste pudieran visitar a sus familiares del Este con motivo de las fiestas de Navidad: se abrió el 18 de diciembre y se cerró de nuevo el 5 de enero. La decisión de levantar el muro se había tomado el día 3 de agosto en una reunión secreta que celebraron en Moscú los países integrantes del Pacto de Varsovia, que querían el reconocimiento de Alemania Oriental como Estado soberano; en ella, Jruschov propuso establecer, de hecho y de derecho, la frontera entre ambas Alemanias en Berlín. Unos años antes, en noviembre de 1958, la URSS había lanzado un ultimátum a los aliados –que éstos rechazaron–, en el que les pedía que Berlín se convirtiera en una ciudad desmilitarizada y se les exigía “renunciar a los residuos del régimen de ocupación y permitir la normalización de la capital de la República Democrática de Alemania”. Berlín Occidental era el símbolo más claro del enfrentamiento entre los dos bloques: para el mundo capitalista, representaba una avanzada democrática en el corazón del entorno soviético; para el socialista, una base militar del imperialismo norteamericano, pues las tres potencias aliadas -–EE UU, Gran Bretaña y Francia– tenían allí más de 12.000 -soldados. Hubo quien pensó que la paz de Europa pendía otra vez de un hilo, porque las posturas estaban muy enfrentadas. Así lo reflejan estas palabras, extraídas de un comunicado oriental, referidas a las restricciones de paso de la frontera, que “protegerán los territorios socialistas de los manejos promovidos por los saboteadores, espías, agentes y tratantes de esclavos, pagados por los monopolios capitalistas”.En las calles, la respuesta de los ciudadanos fue muy distinta a un lado y otro de la frontera. Mientras en el sector Oeste –donde con el tiempo la pared levantada sería conocida con el nombre de “Muro de la Vergüenza”– los ánimos estaban muy exaltados y una muchedumbre se congregó para protestar airadamente, por Berlín Este apenas caminaban civiles, pues los soldados y policías patrullaban incesantemente. Aquí, por cierto, también con el tiempo la pared recibió un nombre: “Muro de la Paz” o “Muro Protector Antifascista”. La policía de Berlín Occidental tuvo que dispersar a varios grupos de personas y velaba de forma concienzuda para tratar de impedir que se atacara a las tropas orientales y evitar así las graves consecuencias que esto podría tener. A la caída de la tarde del domingo, entre 20.000 y 30.000 berlineses del Oeste, congregados a lo largo de la línea fronteriza, encendieron velas para hacer saber a sus convecinos los orientales que contaban con su apoyo. “Berlín espera más que palabras, Berlín espera actos políticos. Ésta es la crisis más grave de la posguerra”, dijo un airado Willy Brandt, que entonces era el alcal-de de la ciudad y se encontraba en plena campaña electoral. Su crispación se fue moderando con el tiempo; sobre todo a partir del año 1971, cuando, siendo ya canciller de la República Federal, -comenzó a desarrollar la Ostpolitik, una estrategia de política rea-lista basada en la búsqueda de la negociación con el Este. Fue así como se logró firmar un acuerdo entre las dos Alemanias por el que se permitía a los alemanes y berlineses del Oeste visitar el otro lado de la ciudad. Aunque, eso sí, después de largos trámites burocráticos y previo pago de cinco marcos.
http://www.muyinteresante.es/index.php/historiamenu/47-historia/8247-el-muro-de-berlin
lunes, 9 de noviembre de 2009
El Muro de Berlin
Mascioli Garcia
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