Por: Coronel (Ej-Ven) Manuel A Ledezma Hernández - Se ha repetido hasta el cansancio que en una guerra la primera víctima es la verdad; esto es cierto y no tiene discusión. Pero los países no solo padecen guerras; también padecen cambios de regímenes y en este caso la primera víctima es la historia, sin olvidar que a ella le sigue, casi simultáneamente, la verdad; esto es más que notorio en los cambios hacia un régimen comunista. Basta recurrir a la propia historia para confirmar lo anterior. En Venezuela, en esta caricatura de socialismo del siglo XXI que nadie entiende ni sabe qué cosa es, se inició la tergiversació n de la historia con la acusación de genocida contra ¡Cristóbal Colón!; según el capitoste de turno, este personaje histórico no fue un explorador cuya intención era hallar una ruta más apropiada para el comercio de especies y que por “accidente” llegó a tierras ignotas que denominó “Las Indias”, ¡no!, Cristóbal Colón, según el individuo en marras, tenía en mente llegar a estas tierras para asesinar y exterminar a los indígenas para apropiarse de sus riquezas (tal y como hoy pretende hacer el “juez” que lo sentenció). Luego, el primer secretario del politburó neocapitalista venezolano, dedujo que Simón Bolívar fue asesinado y ordenó una investigación cuyo fin, aún hoy día, es reunir pruebas en contra de Santander. Siguiendo esta luminosa forma de pensamiento e interpretació n de la historia, tenemos que investigar profundamente la muerte de Urano porque existen indicios de que el autor material del hecho -Cronos- fue instigado por su madre -Gea- quién estaba enamorada de uno de los Centímanos e inventó toda una sarta de mentiras para influir en Cronos quién, como recompensa, se quedaría con el poder tal y como sucedió (el primer golpe de estado conocido), mientras ella disfrutaba de las mieles de su nuevo amante. También hay que iniciar un juicio, en el Tribunal Penal Internacional, contra el Rey de España porque, al fin y al cabo, como heredero de la corona, es responsable de la autoría intelectual del genocidio cometido por Cristóbal Colón y los españoles que le acompañaron y luego siguieron. Continuando en la misma tónica, lo lógico era que los indígenas “descubrieran” a Europa y que implantaran en ese continente sus adelantos científicos, su forma de vida y comercio; ¡eso sí era lo lógico, eso sí hubiera sido lo justo, eso sí es socialismo puro donde todos serían iguales hacia abajo! Pero regresemos a la realidad y a nuestro siglo. Hoy día vemos con estupor como los victimarios de ayer son presentados como víctimas; vemos como los invasores de patrias libres y soberanas, hoy son héroes “libertadores” ; como los asesinos de ayer, fueron hombres de Estado justos. Sólo basta observar lo sucedido y lo que sucede en Venezuela y en Argentina. En aquella República argéntea ejercen el control los otrora terroristas y hoy día son prisioneros aquellos que se atrevieron a cumplir el deber de defender la Patria. Mi país no está exento de las mismas calamidades. Hoy se reabren, en contra de oficiales de las Fuerzas Armadas, casos cerrados de hechos acontecidos durante los combates en contra de las huestes castro-comunistas que pretendieron posicionarse en Venezuela; hoy es posible ver, gracias al desconocimiento y la manipulación de la historia, cómo esas huestes controlan y campean en esta “Tierra de Gracia”, como le llamara el “genocida” Colón. El último botón se mostró el pasado 24 de junio del presente año cuando en el Campo de Carabobo, escenario de la batalla que selló la independencia definitiva de Venezuela, este régimen abyecto aprobó el desfile de milicias mercenarias castro-comunistas que, en épocas no muy pretéritas, invadieron nuestro territorio nacional en clara violación de nuestra soberanía y que fue el verdadero motivo de la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos. Claro está que la responsabilidad de esta afrenta no recae únicamente en el titiritero. Esa responsabilidad está compartida con esa “cosa” que algunos denominan Asamblea Nacional y que en realidad no es más que el Acuario Nacional donde medran numerosas focas parlantes. Pero no se crea que aquí termina esa responsabilidad compartida; ¡no!, aún existe un responsable mucho mayor: ¡todos los uniformados (no se pueden llamar “soldados”) que participaron y fueron cómplices de esa aberración! ¡Cuánta falta hace un Cuartín Yánez que haga respetar la dignidad!, ¡cómo sobran los genuflexos genefates (sic) Lamecurros Agujetas! Pero no hay que olvidar que la historia es una rueca que, poco a poco, hila los acontecimientos y al final el producto es tangible, real, verdadero y que, según el hilo utilizado, será una obra de arte o un esperpento; esto último será el resultado cuando se acabe la madeja de estos retrógrados trasnochados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario