Universidad y Política - “Aquellos estudiantes que ayer preferían la ausencia de los políticos no tienen la más mínima idea de la ruleta rusa que nos estamos jugando. La política es hoy en Venezuela el arte supremo de salir de esta pesadilla en el más breve tiempo y al menor costo posible. Y ello sólo es posible bajo una conducción unitaria dominada por nuestros mejores políticos”. De las primeras percepciones que se hicieron carne entre los más avisados de nuestros políticos es que habían de habérselas con un tahúr, un tracalero, un embaucador, un tramposo, un cuenta cuentos. Chávez miente como un descosido desde que saliera dizque a vender arañas, de creerle al mito de su propia cosecha. Engaña y promete las alturas del cielo desde que entrara a la academia militar ansioso por asaltar fama, poder y gloria. Es más falso que Judas. Y como para completar el cuadro, un estafador de marca mayor. Agréguesele su inescrupulosidad de bucanero y su disposición a triturar a quien se le ponga por delante, y se tendrá la imagen del hampón que pretendiera el asalto a nuestra república en 1992 y lo lograra seis años más tarde de la mano de un puñado de filibusteros – los Cabello, los Carreño, los Chacón, los Rangel, entre otros - y una gran cantidad de asaltantes de la cosa pública, que pasaron de la camionetica por puesto al Hummer de lujo y son hoy connotados empresarios y cuentahabientes en dólares. Decenas de pelabolas de postín, que presiden nuestras maltratadas instituciones, encabezan la lista de los sesenta multimillonarios que mantienen suculentas cuentas en Panamá, según informe confidencial del presidente Martín Torrijos. Franzel Delgado Senior lo ha descrito desde la óptica del psiquiatra: es un megalómano contumaz, un narcisista de manual, un sociópata irremediable. De esos que una vez con el Poder en sus manos son capaces de hundir sus países en los abismos si no se les complace en sus delirantes ambiciones. Hábil y astuto, cobarde y verborreico. El colmo de la farsantería la vivimos el 11 de abril, cuando habló hasta por los codos a ver si con el desparramo de su lengua impedía que lo sentaran delante de un paredón. Pidió arzobispos, llamó a dictadores y presidentes, rogó ante las ánimas benditas y prometió enmendar el rumbo. Pero que por favor no lo dejaran caer del helicóptero ni le descerrajaran un tiro en la nuca. Fue humilde y rastrero hasta la indecencia, llorón como una mater dolorosa, quejumbroso como una huerfanita y cara dura como un polizonte. Todo en uno: la perfecta fórmula del malandrín que duerme con un ojo abierto. Ese es el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías. Un oficial que se esconde en el museo militar y se roba la película. Un hombre que se entrega al enemigo y se mete en el bolsillo a su ministro de defensa. Un loco e patio que ordenar asesinar al presidente y logra que otro ex presidente jure ante los santos apóstoles que el muchacho estaba preñado de buenas intenciones. ¿Quién no lo recuerda con la cruz en sus manos, con cara de santo medieval, jurando desde Miraflores que cambiaría del cielo a la tierra y se convertiría en un demócrata honesto y bien intencionado? Ese es Hugo Rafael: un malandro, un granuja, un estafador, un charlatán como jamás se diera en Venezuela. Personaje de la picaresca llanera, que sólo juega con cartas marcadas y con un puñal bajo la manga. Todo esto es sabido, pero hay que repetirlo hasta el cansancio para que se le enfrente con la dureza, la desconfianza, la decisión y la maldad necesarias. A él y a todo su séquito de asaltantes de camino – como ese impresentable, ignaro y hamponil ministro de educación – no se le enfrenta con savoir faire y diplomacia académica. Si ya nadie, ni siquiera los propios chavistas, dudan de que estamos gobernados por una banda de criminales, ¿qué demonios hacía este mediodía esa rectora creyendo en diálogos de buena mesa con uno de sus esbirros? ¿Qué hacían esos estudiantes metiéndose en la boca del lobo sin la más mínima aprehensión? ¿Quién los mandó a malversar una marcha maravillosa, que debió retenerlos en La Hoyada y exigirles se enfrentaran a esos mercenarios con caras de criminales dignos de un pabellón de condenados a muerte? Debemos proceder con extrema avaricia en el uso de nuestras fuerzas. No gastar municiones en zamuros. No convocar a marchas sin claros objetivos. Pero por sobre todo: siempre bajo una conducción unitaria. Y poniendo la política por sobre toda otra consideración. Aquellos estudiantes que ayer preferían la ausencia de los políticos reclamando la exclusividad “universitaria” de su causa no tienen la más mínima idea de la ruleta rusa que nos estamos jugando. La política que ocupa e invade todos los espacios es hoy en Venezuela el arte supremo de salir de esta pesadilla en el más breve tiempo y al menor costo posible. Y ello sólo es posible bajo una conducción unitaria dominada por nuestros mejores políticos. Son los que están en la calle sin descansar un minuto y poniendo sus vidas en juego. Deben asumir de una buena vez el liderazgo. Respaldémoslos.
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