viernes, 6 de marzo de 2009

Rayo de Fuego - Fábula Escandinava


Esto sucedió hace tiempo, en un lejano país del norte, donde los hombres eran grandes y fuertes como gigantes. El rey, Erico el Viejo, se sintió un día muy cansado y buscó un sucesor. Llamó entonces a los máximos héroes de su país y les pidió que contaran sus hazañas para saber cuál de ellos merecía ser el nuevo rey. Primero habló Trym, el de la barba roja: —Un día, para salvar mi barco en una tormenta, me zambullí en el mar, lo alcé con una mano y, nadando con un brazo, lo llevé hasta la costa.—¡Formidable! –dijo el rey. Y escuchó a otro de los héroes: —Mi tormenta fue aún peor –dijo Trom, el de la barba negra. El viento era tan fuerte que de nada sirvió zambullirme y tratar de sostenerlo con una mano... —¿Qué hiciste? –preguntó Erico el Viejo. —Lo sostuve con las dos manos y me mantuve a flote pataleando hasta llegar a la costa. —¡Qué notable! –se admiró el rey. Le tocó el turno al último aspirante al trono. Este era Trum, el más ambicioso de los tres. —A mí también me sorprendió el temporal –afirmó–. Pero mis manos no bastaban porque yo comandaba toda una flota. Trym, Trom y Erico el Viejo lo escucharon con atención: —¿Qué hice entonces? Llamé a Rayo de Fuego, mi caballo que anda por la tierra y el mar... Lo monté y recorrí con él el fondo del mar, hasta llegar a la costa. Entonces tomé las raíces de todos los árboles, hice una trenza con ellas, las até a la cola de mi caballo y remolqué al país entero hasta donde estaban los barcos. —¡Increíble! –se sorprendió el rey. —Así es señor; puesto que las naves no podían llegar a la costa, yo acerqué la costa hasta ellas. —¡Extraordinario! Trum miró a su alrededor, seguro de haber ganado el derecho al trono. Pero no encontró caras felices; el pueblo sabía que era prepotente y ambicioso. Erico el Viejo supo interpretar el sentimiento de su gente y dijo sabias palabras: —Tu hazaña es muy grande pero hay alguien que demostró ser más fuerte que tú. —¿Quién? —Tu caballo Rayo de Fuego –afirmó el rey–. ¡Salvó a toda la flota y merece ser el rey! El pueblo aplaudió, feliz de haberse librado de Trum. Dicen que el caballo gobernó muy bien. Rápido como el rayo, viajó por todo el país, se enteró de los problemas y cuidó la paz. Algunos dirán: —¿Rey un caballo? ¿Por qué no?. ¡Es mejor que un tirano!.

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