viernes, 6 de marzo de 2009

Carta abierta a la solidaridad


Por: José Saramago - La identidad de una persona no es el nombre que tiene, el lugar donde nació, ni la fecha en que vino al mundo. La identidad de una persona consiste, simplemente en "ser "y el "ser", no puede ser negado. Presentar un papel que diga como nos llamamos y donde y cuando nacimos es tanto una obligación legal como una necesidad social. Nadie, verdaderamente, puede decir quién es, pero todos tenemos derecho de poder decir "quienes somos para los otros". Negarle a alguien el derecho a ser reconocido socialmente es lo mismo que retirarlo de la sociedad humana. Tener un papel para mostrar cuando nos pregunten quiénes somos es el menor de los derechos humanos (porque la identidad es un derecho primario) aunque es también el más importante (porque las leyes exigen que de ese papel dependa la inserción del individuo en la sociedad). La ley está para servir, no para ser servida. Si alguien pide que su identidad sea reconocida documentalmente, la ley no puede hacer otra cosa que no sea registrar ese hecho y ratificarlo. La ley abusará de su poder siempre que se comporte como si la persona que tiene delante no existe. Negar un documento es, de alguna manera, negar el derecho a la vida. Ningún ser humano es humanamente ilegal, y si , aún así hay muchos que de hecho lo son y legalmente deberian serlo, esos son los que explotan, los que se sirven de sus semejantes para crecer en poder y riqueza. Para los otros, para las victimas de las persecuciones políticas o religiosas, para los acorralados por el hambre y la miseria, para quienes todo les ha sido negado , negarles un papel que les identifique será la última de las humillaciones. Ya hay demasiada humillación en el mundo, contra ella y a favor de la dignidad, papeles para todos. Que ningún hombre o mujer sea excluido de la comunidad humana.

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