Por: Manuel Barreto Hernaíz - "Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego" - León Tolstoi - Hay que ser pragmático. Esta frase la escuchamos en cuanta reunión, foro o conferencia, asistimos. Se nos dice que así debe ser la política: pragmática, para alcanzar determinados objetivos. Pero una cosa es que la política sea pragmática y otra que los ciudadanos de a pie no esperen conocer proyectos y compromisos que serán cumplidos. Tan pragmático es ofrecer lo que el público espera oír, como estar en contra de todo sin proponer nada en concreto. ¿Qué debemos, entonces entender al respecto? La raíz griega pragma significa lo realizado, lo que hay que hacer o lo correctamente hecho, y más sencillamente, el hecho . Esta palabra fue elegida como referencia por Charles Saunders Peirce, quien fue el primero en plantear el método como forma de determinar el significado de palabras importantes. Sin embargo, sería el filósofo estadounidense William James quien desarrollase esta definición, convirtiéndola en una teoría de la verdad (Pragmatismo: un nuevo nombre para viejas formas de pensar). Al oponerse a la separación entre pensamiento y acción, formuló la tesis de que la verdad de una idea, un juicio o una tesis, consiste en que de resultados positivos. Para la filosofía del pragmatismo, todo conocimiento debe condensarse en la experiencia. En palabras más simples, es como decir "lo cierto es lo que funciona". El pragmatismo no tiende a contrariar a las viejas luchas modernas, sino, por el contrario, a través de lo práctico y lo más concebible, el encontrar la solución de los problemas.De acuerdo a lo anotado por el filósofo español Julián Marías, el pragmatismo así entendido no tiene dogmas ni doctrinas; es un método compatible con doctrinas diversas; es... "la actitud de apartarse de primeras cosas, principios, categorías, supuestas necesidades, y de mirar hacia las últimas cosas, frutos, consecuencias, hechos".En la política, ser pragmático es la capacidad que posee un dirigente para conseguir sus objetivos sin que su ideología o sus antiguas opiniones se interpongan. Equivale a actuar prescindiendo de ideologías principistas, haciendo lo que parece más adecuado de acuerdo a como se presentan las circunstancias de cada momento. El pragmatismo, sin embargo, resulta también una ideología cuyos límites están en la dificultad para prever las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones, y en la tendencia a desentenderse de realidades que no encajen en nuestra corta visión de las conveniencias momentáneas. Y resulta muy común confundir su área de acción con otro término de mayor "flexibilidad" : oportunismo. Contar de antemano con las experiencias políticas y garantizarles la eficacia son, ciertamente, fines nada desdeñables del actuar político; pero todo ello tendría validez si la típica pregunta del pragmatismo ¿qué hacer?, se encuentra a una ideología, a un pensamiento, que técnicamente se ha considerado como válido, es decir, al mundo de los valores.Las posiciones que asumen cuantos le adversan, parten desde lo más simplista: ..."es nefasto por su origen, al ser norteamericano, el pragmatismo es canallesco. Sólo funciona y vale si es fuerte económica y socialmente quien lo profesa; si se tiene poder o dinero, o ambos, y se carece además de todo escrúpulo".De acuerdo con la óptica oficialista, la oposición atraviesa por grandes contradicciones e insuficiencias: Carece de un basamento ideológico que la unifique, y por ello, no cuenta con un programa unitario de gobierno, ni con un proyecto unitario de país. Tampoco tiene un liderazgo aceptado y respetado al unísono por todos. Y estas conclusiones, quién puede negarlo, resultan pragmáticas, como pragmático ha resultado, en diversas ocasiones, el comportamiento del régimen.En política no se trata de encontrar un programa correcto, un hombre providencial, y luego todos a "seguirlo", "echarle pichón" y "darle parejo". La política es un medio para conciliar la discrepancia sin recurrir a los golpes de la violencia; cuando se condena la pluralidad por incapacidad para negociar, la vida política se reduce a las posturas fundamentalistas de un indomable caudillo que pretende excluir todo desacuerdo y cualquier disputa.El riesgo y la paradoja de esta "macedonia" ideológica no será que la reemplace el pragmatismo, sino la demagogia. En el país de los pragmáticos, a la larga, el demagogo ha resultado ser quien manda.
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