El 04 de Febrero de 1999, en la Av. Los Próceres como parte de la exaltación al fracasado pero cruento Golpe de Estado de 1992, el Jefe de los golpista y ahora Presidente de Venezuela dijo “…si en dos años quedara algún niño de la calle Yo renunciaría…” desde entonces han pasado 10 largos años y todavía nos los seguimos calando. Los niños en la calle se han multiplicado y por supuesto son las primeras víctimas de la delincuencia. En la calle se unen a pandillas con quienes aprenden a consumir y traficar con drogas y para sobrevivir aprenden a matar por tan solo un par de zapatos sin temor a ser castigados, pues Chávez, en su afán por someter las instituciones de la República a sus designios, institucionalizo la corrupción lo cual dio al traste con la verdadera justicia. Para completar el cuadro, motivado a la progresiva pérdida de popularidad, el régimen ha recurrido al servicio del hampa común como fuerza de choque en contra de la sociedad democrática. En consecuencia, a la revolución no le interesa solucionar el problema del hampa que cobra semanalmente más de 300 vidas mayoritariamente de las clases más humildes. Perseguir al hampa sería como perseguir a su propia familia. La revolución se nutre del hampa. Todo hampón que se aprecie tiene un carnet y una pistola del P.U.S. Los hampones rojitos están en las principales plazas de todas las ciudades y pueblos de Venezuela, en las autopistas, en las calles, en las esquinas, en las escaleras y en todas partes, en espera de sus víctimas a quienes despojan impunemente de sus pertenencias y si se resisten, las asesinan. Saben que no les pasara nada. Pero la presencia fundamental del hamponato está entronizada en el gobierno mismo. La revolución es indolente, solo le importa sus propios delincuentes. Los delincuentes que asesinaron a mas de 20 personas durante los acontecimientos del 11 de Abril de 2002, grotescamente llamados “PISTOLEROS DE PUENTE LLAGUNO”, no solamente se encuentran en libertad, sino que fueron condecorados por el régimen y continúan gozando de las delicias del poder mientras que, la “Justicia Chavista” mantiene en las mazmorras de la DISIP, desde hace mas de cinco años, a un grupo de policías que simplemente cumplían con su trabajo. Esa es la justicia revolucionaria. Quienes asesinaron al fiscal Danilo Anderson están libres mientras gente inocente paga cana por ellos. En la revolución todo es al revés. Los policías presos y los delincuentes en la calle. Donde un robo-lucionario ostente el poder abra delincuencia, muerte y desolación pues esa es la cara de la revolución misma que se recrea en la sangre que corre por las calles de los barrios. Sangre de pueblo cansado de pagar tan alta cuota. Pueblo que no cesara de decirle NO ES NO. FRACASASTES, RENUNCIA.
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