Por: Humberto Seijas Pittaluga - Cuando escribo esto (mediodía del lunes) ya hay un pronunciamiento oficial acerca de la victoria de Henrique Fernando, a quien felicitamos, indudablemente. Pero todavía Carabobo está en el limbo acerca de quiénes ganaron las diversas alcaldíasy diputaciones. Todo el enfoque se ha puesto sobre la victoria del gobernador. Victoria que, por cierto, no fue tan amplia como se esperaba pero que servirá para que llegue al Capitolio una persona decente y no la amenaza que se cernía sobre nosotros impuesta por el Primer Dedo de la República. Dentro de ese limbo informativo hay varias interrogantes que son de gran interés para quienes nos preocupamos por lo que sucede en nuestro terruño. Y que debería preocupar igualmente al colectivo en general, incluidos quienes dicen ser ni-ni ”pero que no son sino personas que quieren vivir a la sans fassons". Porque las respuestas a esas interrogantes deberían guiar el futuro comportamiento del carabobeño. Por ejemplo: de los votos con los que se ganó la gobernación, ¿cuál porcentaje aportó Proyecto Venezuela y cuál los partidos de la sopa de letras que apoyaba al candidato? Surge la pregunta porque casi todas las personas con las que conversé el domingo me informaban que iban a votar por una tarjeta distinta a la de Prove como una manera de castigar la inconsecuencia de ese partido al mantener una candidata que, aunque iba montada en un portaaviones, no servía sino para hacer perder la alcaldía valenciana.Y ya que en cosas estamos, y presumiendo lo peor, que es que haya perdido Miguel Cocchiola, ¿por cuántos votos perdió?; ¿la cantidad de votos logrados por Dahyana, más los votos propios de Miguel, no hubieran servido para rescatar para el civismo, junto con la gobernación, a la capital del estado? ¿Quiénes deberán ser responsabilizados por esa derrota? Porque habrá que reclamarles que en vez de tener un alcalde amigo, o cuando menos neutro, vamos a tener uno que va a estar antagonizando desde el mismo primer día. Porque éste necesita demostrar que es más rojo-rojito que nadie. Y que su único mérito no fue donar cuñetes de pintura roja pagada con dinero de Corpocentro, como parece indicar una carta que anda circulando por ahí. Acerca del papel de la Fuerza Armada. Legalmente, el componente militar no puede ser sino un resguardo de la tranquilidad el dia de las elecciones. Pero devino en un actor político más. Que era lo que temíamos desde el mismo momento en que supimos que la custodia de los centros la iban a entregar a una milicia (así, con minúscula) que, todo el mundo lo sabe, escoge a sus miembros por el carné que portan y no por sus destrezas militares. Hoy, los diarios dan cuenta de las muchas irregularidades cometidas por los uniformados: que el Plan Repúblicano dejaba cerrar las mesas a pesar de que no había electores a la hora legal de cierre, o que las hizo reabrir cuando ya estaban cerradas; que para los escrutinios no dejaron entrar a testigos debidamente identificados; que en camiones militares fueron a buscar y remolcaron hasta las mesas a votantes afectos al oficialismo, y pare usted de contar. Pero, claro, como ya no son las Fuerzas Armadas Nacionales sino Bolivarianas, ellos entienden que son de un partido y no de la nación. Acerca del civismo. Indudablemente que hubo ”como en todas las elecciones de países de esos que van para atrás, como el nuestro” salvajadas. Pero pocas. Fueron muchas más frecuentes las demostraciones de civismo. En todas partes. Pero por falta de espacio, quiero sólo poner de relieve la conducta de los estudiantes que ayudaron a controlar el proceso. Con sus camisetas negras marcadas con una mano blanca, con su entusiasmo y con su organización fueron esenciales en la auditoría electoral. Mil felicitaciones para ellos. Acerca de la usurpación de funciones. El refrán recomienda zapatero, a tus zapatos. Pero desde hace meses eso no se cumple en lo que al servicio policial en Carabobo se refiere. El comandante de la Brigada Blindada se arrogó la responsabilidad por el orden público y, como no sabe ni jota de eso, lo primero que hizo fue acuartelar a la Policía antes de las elecciones. De allí que desde el viernes no se encontraba un agente ni para remedio. Y por eso arreciaron los delitos. Por donde yo vivo, los cacos hicieron su agosto en media docena de apartamentos (inclusive en el mío). Como será que no sabe de administración policial que ”según se desprende de una declaración suya” no sabe la diferencia entre una detención y un arresto. Pero parece que tampoco sabe de historia: no sabe que después la rendición alemana en 1945, los policías berlineses siguieron ejerciendo sus funciones, armados, y sin ser interferidos por los feroces soldados soviéticos. Que estaban ocupados en cosas que sí eran de su incumbencia.
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