Por: Teódulo López Meléndez - Cuando terminé de ver el tercer y último debate entre Barak Obama y John McCain me dije que en ese momento comenzaba el peligro. Obama lo había ganado abiertamente y McCain me había trasmitido la sensación de ser un político de mediados del siglo pasado. Los argumentos expuestos por el republicano, su manera de atacar al oponente y su desesperación posterior, reflejada en una foto memorable que le dio la vuelta al mundo, eran indicios de que este líder único que es Obama, uno que aparece por vía de excepción, entraba en una situación difícil. La sociedad estadounidense es violenta y pensé que cualquier loco extremista podía intentar detenerlo por la vía de los hechos. He aquí que Obama suspendió su campaña por enfermedad de su abuela y me pregunté si la vieja señora no había sido oportuna en enfermarse. Ojalá que la abuela se recupere para que tenga tiempo de ver a su nieto llegando a donde parece que va a llegar, pero lo cierto es que permitió un respiro saludable a escasos días del momento electoral. Los pequeños detalles de la historia generalmente pasan desapercibidos. Los pequeños detalles a veces cambian la historia. Barak Obama parece una especie de rayo tecnológico del siglo XXI. Cuando Collin Powell anunció su apoyo a Obama recordé que el ex-secretario de estado llegó a una posición en que podía haberse lanzado a buscar la presidencia, lo que hubiese establecido la paradoja de que el primer negro en buscar la Casa Blanca lo hubiese hecho desde el Partido Republicano. Lo detuvo su esposa, con la ayuda de sus hijos, quienes le advirtieron de los peligros y de la necesidad que la familia tenía de él. Me imagino a Powell pasando por encima de su amistad personal con McCain y rompiendo lazos con los republicanos para anunciar el apoyo que su conciencia le impuso. Algunos venezolanos odian a Obama por haber dicho que estaba dispuesto a reunirse con Chávez. Olvidan los detalles de un necesario giro en la política exterior norteamericana. Lo que mueve a Obama es un sentido de la realidad donde no cabe la prepotencia imperial. Hay un muchacho de 37 años de apellido Restrepo que es su asesor para asuntos latinoamericanos y que supongo será el reemplazo de Tomas Shannon en la Subsecretaría de Estado para este continente. Si uno lo sigue atentamente puede comprobar como su planteamiento es coherente, que no se trata de blandenguería sino de una respuesta inteligente a lo que vendría si la agresividad republicana continuase en el poder. Una cosa es el planteamiento teórico de una política diseñada y otra la prueba de fuego de confrontarla con la realidad. Un ejemplo claro es la resistencia demócrata a aprobar el tratado de Libre Comercio con Colombia. La argumentación de Obama suena irrazonable, (aún cuando conocemos perfectamente las muertes de sindicalistas), pero si uno se pone a seguir los últimos acontecimientos de la política interna colombiana, comienza a concluir en otras variables. Si en mi artículo “La decisión más difícil” terminaba abriendo una duda razonable sobre la reelección de Uribe, enviando la respuesta a la propia psicología de este hombre y a su capacidad de medir el devenir histórico, ahora mismo estoy absolutamente convencido de que buscar la reelección sería un error imperdonable. Sobre el gobierno de Uribe se están amontonando demasiadas culpas, a pesar de todos sus esfuerzos por hacer transparentes sobre todo los vínculos de capas políticas con los paramilitares. Mi capacidad de análisis de la situación colombiana ha arribado a la conclusión del error, esto es, la gota que ha derramado el vaso de mi propia percepción, ha sido el problema indígena que en estos momentos afronta Colombia y la declaración del Ministro Santos argumentando que los indígenas están siendo financiados del exterior. Cuando un gobierno se limita a esta declaración está agotado y entre sus posibilidades no cabe de ninguna manera la posibilidad de la reelección. Decía que la confrontación entre la ideas y la realidad es lo que algunos llaman inexperiencia. Tal vez no hubo gobierno norteamericano más inexperto al inicio que el de John Kennedy. Generalmente los presidentes norteamericanos llegan al poder con lagunas mentales sobre política exterior. Las tesis teóricas se confrontan rápidamente con la realidad de la política mundial y las decisiones concretas van surgiendo de esta adaptación entre el pensamiento y la praxis. Algunos olvidan que Obama es norteamericano y que su principal deber es defender los intereses de su país. Aunque también tiene una obligación obvia que le impone ser líder de una superpotencia. Es aquí donde se impone una reinvención del papel de los Estados Unidos en el mundo. ¿Cómo podría ser presidente McCain, un republicano, para ejecutar el salvamento financiero que viola toda la ortodoxia en que se ha fundamentado ese país? ¿Cómo podría ser vicepresidenta Sara Palin, con su viejo y trasnochado lenguaje guerrerista, amén de su incompetencia obvia con un presidente de la tercera edad? McCain y Palin representan a un Estados Unidos que no cambia, que no toma conciencia de la reacción antinorteamericana que se ve venir si el gran país del norte no recurre a la diplomacia que pregona Obama como elemento clave de su política exterior. El choque entre estas dos visiones del papel norteamericano es lo que ha llevado a la abuelita de Obama a enfermarse estos días, podría decir este columnista de prensa a manera de “boutade”. Este columnista sigue la reunión entre los jefes militares rusos y norteamericanos en Helsinki y llega a la conclusión de que la actual exacerbación rusa tiene un buen porcentaje de causa-efecto en una política equivocada de la presidencia de Bush. Esa reunión pareciera, con anticipación premonitoria, un ejercicio de política exterior de la presidencia de Obama. Como ando en los detalles me viene a la memoria una rara entrevista de un líder chino a un medio norteamericano. Me refiero a la concedida por Wen Jiabao a Fareed Zakaria con motivo de la última reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Allí uno lee afirmaciones como la negativa del Primer Ministro a aceptar que China es una superpotencia bajo el argumento de que no puede serlo un país que tiene aún docenas de millones en la pobreza. Wen Jiabao describe como China evoluciona hacia la democracia y el lapso de tiempo gradual en que cree lograrlo. Allí uno se da cuenta de cómo China había anticipado la crisis financiera y estaba dispuesta a hacer lo que está haciendo, sostener al dólar. Las relaciones externas ya no se manejan por la vía de confrontaciones ideológicas. Esta primera conclusión es lo que inicia mi molestia con de las declaraciones del presidente Nicolas Sarkozy llamando a construir un nuevo capitalismo. Lo que Sarkozy debería llamar es a la construcción de un nuevo orden político. Es lo que Obama sabe y lo que lo convierte, entre otras razones, en el primer gran parto de liderazgo que el mundo conoce cuando nos acercamos al fin de la primera década del siglo XXI.
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