Por: Carlos Ignacio Ortega González - Un viejo proverbio reza que la desesperación no es buena consejera, tampoco los ingenuos llamados a salidas inmediatas. ¿Hasta cuándo vamos a seguir los venezolanos (especialmente aquel grupo minoritario y radical que pulula en internet) apostando al inmediatismo? ¿Es que no hemos aprendido nada en estos 10 años? ¿Es que no ha sido suficiente observar de primera mano que el proyecto totalitario y neocomunista del régimen es de largo plazo y que esta carrera no es de velocidad sino de resistencia? . El tiempo de las grandes marchas pasó, el tiempo del 350 pasó. Así como se estigmatizó a los partidos políticos, lo propio se hizo con las marchas llenas de "pitos y banderas". La Ley SAPO y el referéndum constitucional lo ganamos sin grandes protestas y especialmente, sin 350. No haré una disquisición filosófica acerca del contenido del artículo 350 constitucional, pero si quisiera aseverar una cosa, el derecho a la rebelión no tiene que estar consagrado en ningún texto ni legal, ni constitucional ni internacional; es decir, si en algún momento el pueblo venezolano estuviera listo (nuevamente) para rebelarse contra un régimen tiránico y autocrático no necesitará un fundamento jurídico para hacerlo. Simplemente lo hará, así como lo hicimos en abril de 2002, y lo hubiéramos hecho así la Constitución hubiera tenido 349 artículos en vez de 350. Finalmente con lo que respecta al 350, un par de comentarios para todos aquellos que están nuevamente abocados a invocarlo y convocarlo, ¿son capaces ustedes de convocar una reunión de su junta de condominio y lograr un quórum del 50%? ¿tienen ustedes el poder de convocatoria para lograr que al menos 20% los vecinos de su urbanización se reúnan para discutir, por ejemplo, el problema de la inseguridad? . Si la respuesta a estas interrogantes es no, entienda que su capacidad de convocatoria es insuficiente (por no decir nula) para generar una rebelión masiva a nivel nacional (Art. 350), y mucho menos por internet. Si la respuesta es sí, entonces considere dedicarse a resolver el problema de su localidad primero antes de intentar resolver el problema del país. Así las cosas, lo sensato es reflexionar qué hemos atravesado en una década y luego preguntarnos qué hemos aprendido. Evaluar concienzuda y pacientemente esta pregunta allanará el camino hacia lo que viene. Que, huelga decir, no es un camino fácil ni corto. El problema de Venezuela no es Hugo Chávez, no es ni tan siquiera el modelo autocrático comunista. No. Nuestro problema somos nosotros, desde ese minúsculo porcentaje de empresarios (clase alta) que aun hoy día obtienen grandes rentas producto del exceso de liquidez monetaria y se olvidan de la responsabilidad social empresarial, pasando por la clase media, concentrada en sobrevivir, mantener una calidad de vida decente y criticar a la oposición tanto o más que al mismo régimen (con o sin razón), y finalmente con una clase trabajadora con un locus de control predominantemente externo, además reforzado por el presidente, quien permanentemente culpa al capitalismo y al imperio de todos nuestro males, el resto de los políticos (de gobierno y oposición) y buena parte de los medios de comunicación, que les impide asumir las responsabilidades y las decisiones tendentes a su propio desarrollo. Aunado a lo anterior, la guinda de este coctel es esa idiosincrasia de buena parte de los venezolanos de actuar de cualquier forma le reditúe, a sí mismo, importándole poco o nada en cuanto perjudique a los demás: desde comerse la luz del semáforo y/o quedarse bien atravesado en una esquina/boca calle (aunque no pueda pasar), pasando por rayar todo el carro "para que el seguro se lo pinte" hasta la más sofisticada mafia de cuello blanco. Es decir, la corrupción a todos los niveles, ámbitos y a toda escala, el inmediatismo (léase también falta de planificación) y la ineficiencia, la falta de participación de los venezolanos en los asuntos que le conciernen (entiéndase ciudadano lato sensu), esos son los problemas de Venezuela. Lo que nos impide y nos impedirá ser un país desarrollado o en vías de desarrollo, esté o no esté Chávez. Los políticos no son ni mejores ni peores que los ciudadanos que los escogemos para representarnos, no los eximo de culpas ni responsabilidades pero tampoco se las endoso en un 100%. La calidad de nuestros políticos es nuestra propia calidad como ciudadanos, de modo que antes que lanzar la andanada de descalificaciones a ellos mirémonos en el espejo: ¿y yo qué estoy haciendo por el País? ¿o es que el destino de Venezuela está en manos de unos pocos ungidos a los que llamamos políticos? ¿Vamos a seguir buscando líderes mesiánicos que gobiernen bajo su santa e inmaculada voluntad? Criticar a los políticos con clichés como "es que en lo único en lo que piensan es en sus ansias de poder" es caer exactamente en el mismo juego de Chávez cuando dice que "ser rico es malo". Desear el poder no es malo, al menos no per se, así como no lo es ser rico o desear serlo. Lo que pudiera ser eventualmente nocivo es lo que se haga con la riqueza o con el poder, pero eso, eso es harina de otro costal. Si quieres buscar una mano que te ayude con tus problemas el primer lugar para buscar es al final de tu brazo, sino eres Gente de Soluciones probablemente seas parte del problema. Valga la cuña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario