Por: Willmer Chiquín Sánchez - David, He seguido todos tus escritos con avidez, respeto y envidia. Avidez porque me nutro de cuanto escribes con tanta inteligencia y buena intención; respeto porque se nota que estás convencido de cuanto escribes, y envidia porque yo quisiera tener tu entusiasmo y tu visión optimista del futuro inmediato de nuestra querida Venezuela. Lamentablemente los años me han quitado mucho del optimismo, y del idealismo, que tuve a tu edad. Tu estás ilusionado porque ves abrirse un panorama promisorio, donde los términos “democracia” e “igualdad ante la Ley ” dejen de ser un adorno en boca de farsantes y se conviertan en un modo de vida. Yo no puedo sentir esa ilusión, aunque te juro que quisiera sentirla. Te quiero comentar eventos que tu edad no te permitió vivir, y ojalá eso te ayude a entender mi pesimismo, o cuando menos, mi escepticismo. Soy de una época en la que no había políticos honestos. Lo más cercano a un político honesto era aquel a quien aun no le habían descubierto sus chanchullos. Lo más parecido a un patriota era un candidato, antes de prestar juramento al puesto obtenido a base de promesas irracionales e imposibles de cumplir. Con el juramento al cargo venía el olvido de sus promesas y hasta de sus valores. Fíjate las diferencias de criterios que hay entre tu y yo, y que tanto hemos discutido estos últimos meses, aun creyendo en la misma vía para la solución de los problemas de Venezuela. Es irracional pretender que no haya diferencias todavía mayores entre quienes creen en diferentes proyectos ideológicos. Tu dices que la harina cambió, que ya la política tiene nuevos elementos. Yo digo que la harina es la misma y solo ha cambiado la marca. La política siempre ha sido la misma desde los tiempos de Grecia. Siempre hubo tribunos hábiles de palabra y de reputación dudosa. Siempre hubo tontos útiles que eran carne de cañón en cada nueva “revolución salvadora”. Siempre hubo veletas que navegaban sin fuerza motriz propia, solo impulsados por el viento de las ideas, de las ambiciones o de la corrupción. Siempre hubo fanáticos de un ideal, y ya sabemos que el fanatismo es más radical y peligroso, mientras más grande sea el ideal que persigue y defiende. Fíjate en el pasado reciente, investiga las trayectorias de cada político, oficialista o de la oposición, y dime en quien confías. Encontrarás que la mayoría tiene rabo de paja mojado en gasolina. Dime si dejarías a alguno de ellos cuidando a tus hijos, aunque fuera una tarde, o si los dejarías al cuidado de tus bienes. Me dirás que confías en los líderes de tu partido. La misma respuesta fácil a la que recurren muchos para evitarse un doloroso examen de conciencia. Solidaridades automáticas que causaron el derrumbe de un sistema edificado sobre bases carcomidas por la corrupción y el amiguismo, y que fue partero de esta abominación que ahora sufre nuestra querida Patria. ¿Que van a hacer los politiqueros cuando hayamos salido de esta bufonesca pesadilla totalitaria? ¿Crees que van a pensar en el país y sus pobres? ¿Crees que ejercerán la política con altura y con ética? ¿O crees que volverán a lo único que saben hacer, medrar de la nación y gozar de sus ventajas y beneficios? El pueblo despertó y conoce sus derechos. Ya no cree en cantos de sirena, ni se ilusiona con mesías populistas o apocalípticos. Pero una nueva decepción democrática sería catastrófica. Los “líderes” actuales parecen no darse cuenta que de ellos depende que el pueblo sienta que goza de un régimen honesto, que merece ser defendido, aun con la vida misma. Lamentablemente en estos días solo vemos una innoble feria de vanidades donde debería haber un acuerdo patriótico sincero. No vislumbro la unión de voluntades que nos sacará de este atolladero. Hace unos meses le decía a alguien a quien respeto y admiro, que lo más triste sería que en unos años la gente recordara con nostalgia los tiempos del triste bufón llanero y quisiera volver a este régimen, desesperanzados por la obra de quienes se suponen velan por el bien de todos. Antes de sonreírte por esta idea, recuerda que nuestro último dictador, Marcos Pérez Jiménez, fue electo senador unos 10 años después de haber sido depuesto, mientras estaba siendo procesado por los crímenes cometidos en su régimen, y que aún en estos tiempos hay gente que lo recuerda con nostalgia. Los próximos años van a ser de conmoción política y de inestabilidad económica, mientras nos deslastramos de estos politiqueros y de los revolucionarios corruptos, si es que alguna vez se logra extirpar ese tumor. Ambos son dañinos, y ambos son enemigos de Venezuela. Vienen tiempos de dificultades económicas, causadas por los dislates revolucionarios cometidos los últimos 5 años, pero las culpas se harán recaer en el régimen que sustituya al circo actual, de eso puedes estar seguro. Nunca reconocerán que la ineptitud, la incompetencia y el saqueo descarado han sido el emblema de este régimen de bolivariasnos y de quienes medraron a la sombra del Estado por más de cuarenta años. No hay mejor defensa que el ataque, aunque no exista razón que lo apoye y le dé sentido, y aunque ese ataque se lleve por delante lo que debería ser más sagrado: el celo en construir un futuro digno para nuestros hijos. Las hienas totalitaristas estarán a la sombra, como siempre, esperando la debilidad de su presa para volver a atacar. Y nuestra debilidad será siempre la política del “quítate tu pa' ponerme yo”, del “cuanto hay pa'eso”, del “no me des, solo ponme donde haya” y del “después de mí el diluvio”. Los que hoy somos incómodos al bufonesco régimen absolutista, tambien lo seremos a cualquier régimen corrupto y corruptor, y siempre se nos atacará por ser “enemigos de la causa”, “traidores a la patria”, “subversivos” o “desleales con la democracia”. Siempre habrá un ideal tras el cual se escudarán los medradores, corruptos o traficantes de la fe de un pueblo. Cualquier cosa que los haga parecer “víctimas de complots satánicos”. Te dije al principio de esta carta que los años me han quitado mucho del idealismo que una vez, a tu edad, tuve. Ahora conoces la razón. Dentro de la oposición actual hay diversidad de ideas y de proyectos, y eso es sano. Lo que es insano es la estúpida ambición de volver a un pasado de corruptelas que propició el ascenso del triste bufón llanero y su cohorte de delincuentes terroristas. Lo que es criminal es la morbosa miopía inmediatista que padecen la inmensa mayoría de nuestros politiqueros (políticos tenemos muy pocos, como has visto), que, defendiendo sus parcelas particulares y buscando “negociados políticos”, terminan haciendole el juego al chavismo. Hoy todos se rasgan las vestiduras por la democracia, sin reconocer que la democracia está en riesgo por culpa de ellos mismos y sus corruptelas, y sin mostrar intenciones de enmendar las conductas que nos trajeron a este precipicio. Para finalizar, y aunque parezca una paradoja, te pido que no pierdas tu idealismo. Los sueños son el primer eslabón de una obra. Sigue soñando cada noche, pero despierta temprano cada día, para hacer realidad, con tu labor, esos sueños. El trabajo honesto, dedicado y tenaz es lo único que nos hará crecer como país. Quizás quisieras hacer una apuesta, que no me gustaría ganar, de verdad. Pudieramos apostar cuantos juicios por corrupción se abren en el régimen que sustituirá al actual. Y apostemos tambien cuantos de esos juicios serán por actos cometidos en los 40 años de una “democracia” que solo sirvió de plataforma de lanzamiento a un régimen comunistoide, desfasado en tiempo y lugar. Ojalá el poco tiempo que nos queda, antes de la siguiente irrupción revolucionaria, sirva para plantar las bases de una verdadera democracia, que permita al pueblo tener una obra que merezca ser defendida, aun a costa de sus vidas. La historia es pendular, amigo mío. Esa verdad está probada en la vida de nuestros pueblos. Ojalá me equivoque y triunfe tu idealismo. Ojalá los Carujos actuales, de bando y bando, vuelvan a sus albañales, de donde nunca debieron salir. Ojalá.
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