Ya sabemos que en Australia y en China no se acabó el mundo. Espero que las profecías mayas no
nos jueguen una treta y el esperado fin del mundo comience en
Venezuela. Y es que los venezolanos estamos tan de malas, que nada me
extrañaría que el cumplimiento de esas profecías comience por
este país. Pero no, no es de eso de lo que quiero escribir ahora. Más
bien quiero intentar reflexionar en voz alta en torno a los sofisticados
modos de insultar la inteligencia. La inteligencia es un noble sentido
que nos permite la captación y comprensión de una determinada
realidad. Considero aquí insulto a la inteligencia como la real
incapacidad de captar lo mejor posible una realidad determinada, a
sabiendas de que nunca la realidad puede ser captada en su mismidad
por el sujeto que intenta aprehenderla. El insulto a la inteligencia
acontece cada vez que nos empeñamos en falsear la realidad y hacer decir
a ésta lo que ésta nunca quiso decir. No debería representar escándalo
alguno el hecho de afirmar los límites que de suyo tiene la captación y
aprehensión de la realidad. Tampoco debería representar un escándalo
saber que los seres humanos hemos desarrollado una extraña habilidad
para insultar la inteligencia, valiéndonos, a veces, de los recursos más
sofisticados.
Buena parte de las páginas de periódicos y de otras publicaciones
menores se dieron a la tarea de hacer públicas unas supuestas
predicciones de los Mayas entorno al fin del mundo. El asunto del fin
del mundo no representa novedad alguna, habida cuenta de que ya en la
antigüedad existió una tendencia a pensar en la destrucción y el fin del
mundo, que cada cierto tiempo surgía de la mano de los llamados
"movimientos milenaristas". Los milenarismos eran movimientos que
afirmaban la destrucción del mundo cada vez que estaba por terminar un
siglo o un milenio.
Estas creencias solían estar asociadas a determinadas creencias
religiosas. Los cristianos del siglo I, por ejemplo, pensaban que la
segunda venida de Cristo era inminente. Las comunidades cristianas de
Tesalónica tenían una certeza tan viva de la inminencia de la segunda
venida de Cristo, que muchos de ellos se negaban a trabajar por el hecho
de que trabajar no tenía sentido si Cristo vendría de manera
inminente. San Pablo tiene que salir al frente de este error con
afirmaciones tan lapidarias como que el que no trabaja, que no coma,
porque nos hemos enterado de que algunos entre Ustedes viven sin
trabajar, muy ocupados en no hacer nada... Poco a poco las
comunidades cristianas fueron madurando en su fe y cayendo en la cuenta
de que la segunda venida de Cristo no era inminente. Por eso es por lo
que el autor del Evangelio de Juan pone en boca de Jesús que nadie sabe el día ni la hora.
La profecía de los Mayas en torno al fin del mundo lógicamente obedeció a
una cosmovisión bien precisa y determinada, es decir, a la forma y como
los Mayas veían el mundo y captaban la realidad. En el Occidente
cristiano dominaron varias visiones del mundo, que fueron pasando a la
par que fueron descubiertos otros paradigmas científicos que dieron
lugar, a su vez, a nuevas visiones del mundo. Así, la cosmovisión de la
filosofía griega y su popularización por parte del cristianismo, dio
paso al descubrimiento del heliocentrismo. Luego nos encontramos con
las leyes de Newton y ahora hablamos de la teoría de la relatividad.
¿Cuál de estas visiones del mundo es la verdadera? Todas son
contentivas de verdades que lo fueron para una época. La dinamicidad
del conocimiento y su carácter acumulativo no permiten establecer puntos
de llegada al proceso científico.
El problema reside en dejarse arrastrar por la novedad que representan y el impacto que producen estas predicciones sobre el fin del mundo.
Desde el inicio de la humanidad, el hombre siempre ha poseído una
finísima manera de evadir su responsabilidad ante sí mismo y ante los
demás. Dicho de otro modo, siempre es mucho más fácil situar el origen
de los problemas en los demás y no en uno mismo. Es mucho más fácil
considerar la destrucción de este mundo por obra de unas fuerzas
extrañas e incontroladas, que por efectos de la tamaña irresponsabilidad
que exhibimos los seres humanos de cara al mundo que habitamos. Dios
me libre de entrar en la dinámica ecologista de los «progres», pero no
cabe la menor duda de que el hombre del siglo XX y del siglo XXI tiene
una severa responsabilidad de cara al deterioro progresivo de que está
siendo víctima el mundo. El problema no es ecológico, como muchísimos
quieren hacerlo ver. La naturaleza tiene su propia dinámica con un
carácter inexorable. El problema es humano, profundamente humano,
porque tiene que ver con el uso y el abuso que el hombre hace del medio
ambiente.
Es cierto que el ojo del huracán parece estar en el armamento nuclear. Las que son tenidas como «grandes potencias» no cejan en su esfuerzo por alcanzar niveles cada vez más sofisticados en la construcción de un armamento nuclear. Una posible Tercera Guerra Mundial tendría efectos devastadores para el mundo, incluso en aquellas zonas que no tengan una parte activa en esa guerra. Que me disculpen «progres» y todo bicho de uña políticamente correcto, pero cada vez que pienso en la terrible mezcla entre armamento nuclear y fanatismo islámico, no puedo evitar pensar que el fin del mundo está mucho más cerca de lo que pensamos.
Es cierto que el ojo del huracán parece estar en el armamento nuclear. Las que son tenidas como «grandes potencias» no cejan en su esfuerzo por alcanzar niveles cada vez más sofisticados en la construcción de un armamento nuclear. Una posible Tercera Guerra Mundial tendría efectos devastadores para el mundo, incluso en aquellas zonas que no tengan una parte activa en esa guerra. Que me disculpen «progres» y todo bicho de uña políticamente correcto, pero cada vez que pienso en la terrible mezcla entre armamento nuclear y fanatismo islámico, no puedo evitar pensar que el fin del mundo está mucho más cerca de lo que pensamos.
Tomado de: http://macabrismos.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario