Por: Diego Arria - He comprobado lo difícil y hasta lo peligroso que resulta contradecir a algunos voceros opositores que no perciben la gravedad de la coyuntura política. Que no aceptan que nuestro problema desde hace tiempo dejó de ser sólo electoral. Que vivimos bajo la bota de un régimen militarizado y dictatorial que sepultó la democracia. Por este motivo no aceptan que la mayor exigencia que enfrentamos no es de naturaleza electoral, ni se resolverá con procedimientos electorales (tarjeta única o múltiple, como sugerí en el pasado). El problema de Venezuela es de naturaleza política, y sólo podría resolverse si actuamos en un frente unido de resistencia, que vaya más allá de activarnos sólo con fines electorales. Esto, por supuesto, exige un verdadero consenso. Esos voceros opositores también actúan como si la libertad no se hubiera perdido y aseguran que en Venezuela simplemente hemos tenido mala suerte en la escogencia de nuestro gobernante. En este sentido me gustaría, por ejemplo, que le preguntaran a Oswaldo Álvarez Paz qué le parece la democracia en la que vivimos. Estas percepciones explicarían en cierta medida por qué la Mesa de la Unidad Democrática parece atrapada en sus propias reglas “formales” del proceso electoral como base de su accionar político, tanto más después de la experiencia de las legislativas de 2005. Estas reglas ya no son las mismas. Son las de un régimen declarado en revolución, es decir, por encima de detalles procedimentales. Es evidente que en esta contradicción el régimen tiene la ventaja: fija las reglas del juego, las manipula y la oposición sólo puede aceptarlas o reconocer que no hay más democracia. En resumen, la oposición sólo puede callar y refugiarse –como lo viene haciendo– en la eventualidad de unas elecciones honestas y transparentes, que no se corresponden con la realidad, aunque todas las mediciones electorales nos sean favorables. Frente a este contexto es alarmante comprobar que el pensamiento único que caracteriza a los jerarcas del régimen ha contagiado a muchos dirigentes políticos opositores, quienes pretenden desconocer las realidades que ponen en juego nuestra libertad y nuestros derechos para asegurar una unidad ficticia que favorecería el interés de todos. Sobre este particular no tengo dudas de que sin partidos políticos fuertes no habrá democracia, pero también tengo claro que sin líderes representativos y con credibilidad no tendremos ni partidos ni democracia. Tal condición no se alcanza acusando de hacerle el juego al gobierno a quienes criticamos las decisiones de los partidos políticos, incluyendo a los medios de comunicación social. Tal comportamiento es censurable e injusto con organizaciones políticas que proclaman su democracia interna como aspecto fundamental para su vigencia. No me cabe duda que hoy, gracias a los esfuerzos y dedicación de la Mesa de Unidad, tenemos una oposición mejor estructurada para unas elecciones, que ha sido poco eficiente en desnudar la verdadera naturaleza del monstruo. Tengo la impresión de que se están organizando para competir en otro país y no en Venezuela. ¿Y podemos hacer algo? Primero hay que tener claro que bajo procedimientos de normalidad democrática no podremos desmantelar una revolución comprometida con el lema “Patria socialista o muerte”, impulsada por un jefe de Estado que nos amenaza diariamente –en español y no en chino– con barrernos porque no aceptará que nos sentemos en la Asamblea Nacional para desmontarle sus leyes. Y segundo que si no se estructura ya una acción paralela a la electoral, como por ejemplo constituir un congreso de fuerzas democráticas, que actúe como un frente unido, con voceros con capacidad opositora cotidiana, con un gabinete de sombra, será más difícil generar una mayor movilización especialmente del grupo emergente más importante del país, los llamados no alineados, que no son para nada indiferentes pero que no confían en los partidos. Estamos a tiempo de hacerlo. Es hora que el régimen enfrente una verdadera oposición, no a una colección de opositores. Así seríamos indetenibles.
La revista Poder 360° publicó en su edición de mayo un artículo de Diego Arria
domingo, 2 de mayo de 2010
Diego Arria S.
Mascioli Garcia
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