Por: Horacio Medina - La semana pasada circuló de manera pública un interesantísimo informe elaborado de manera muy profesional por Ramón Espinasa a quien, además de considerarlo buen amigo, lo respetamos como un excelente profesional. El documento circulado, viene a confirmar lo que ha sido también expresado, entre otros, por acuciosos conocedores de la materia como Diego González, Gustavo Coronel, Nelson Hernández, Víctor Poleo, Eddie Ramírez y también por quien suscribe esta nota. Sin duda una confirmación irrefutable sobre la situación operacional de la industria. Pero la pérdida, el derrumbe y desplome de PDVSA no sólo deber ser medido por su lamentable situación operacional. Desde el punto de vista de mercado, la empresa ha perdido importantes clientes dentro del mercado estadounidense y otros países. Obviamente, el volumen exportado a los Estados Unidos continúa siendo el mayor y quizás, el único volumen de exportación que reporta ganancias para la empresa. A no dudarlo, las exportaciones a China e India, de seguro obedecen más a compromisos de pagos por deudas contraídas y razones políticas que a razones comerciales. Igual sucede con los volúmenes exportados por Petrocaribe, el Convenio con Cuba y las exportaciones para Argentina, todas en circunstancias muy poco beneficiosas desde el punto de vista comercial para Venezuela, pero que reportan un beneficio en términos de apoyos políticos que son de gran utilidad para el régimen de gobierno venezolano. También debemos de agregar esta tragedia, la pérdida de credibilidad y de confianza en la empresa en los mercados financieros globales y en el mundo del negocio petrolero. En estos ámbitos PDVSA, es reconocida por el incumplimiento de los compromisos, pero también, resulta ser un bocado muy apetecido cuando se consideran los convenios y ofrecimientos que Hugo Chávez firma y declara, refinerías, puertos, apoyo técnico y operacional, envíos de crudos y productos son ya famosos por sus jugosas ganancias, aunque también se reconocen por su alto grado de incumplimiento. En este sentido, la suerte de rebatiña de campos, bloques, contratos de servicios y ayudas financieras que Venezuela ofrece, a diestra y siniestra en el mundo, poniendo a PDVSA como socia o garante, hacen dudar de la seriedad de la oferta, muchas empresas y gobiernos se preguntan ¿cómo podría PDVSA absorber inversiones de 100 mil millones de dólares donde debe aportar, al menos 60 mil millones para materializar los proyectos? Esto por supuesto, aparte de las inversiones y el esfuerzo de ejecución necesarios para el desarrollo de la infraestructura de apoyo, vale decir, vías de comunicación, electricidad, sistemas de aguas limpias y servidas, educación, salud, viviendas, puertos, aeropuertos y en fin, todo lo necesario para garantizar esos polos de desarrollo. Finalmente, hay dos aspectos importantes que evidencian la tensa situación interna de PDVSA, por una parte los constantes incidentes y accidentes operacionales que denotan la desinversión y la ausencia de una política de mantenimiento en las instalaciones. El otro aspecto queda evidenciado, en las constantes protestas laborales que se han hecho ya inocultables, derivadas de los continuos incumplimientos de la Convención Colectiva y de las promesas de empleo y reenganche proferidas por el propio Ministro-Presidente Rafael Ramírez, señalado, por cierto, como el responsable directo del retraso en la discusión de la nueva Convención Colectiva y el diferimiento continuo de las elecciones sindicales, aunado a su abierta, desproporcionada y manifiesta injerencia en el proceso, tomando posición por una determinada plancha. Tal vez parezca una expresión radical, pero la destrucción de la Industria Petrolera, propiciada y ejecutada desde el propio gobierno, constituye un crimen de lesa patria que se está perpetrando día a día y que afectará negativamente y de manera importante el futuro de Venezuela.
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