Por Roberto Giusti - rgiusti@eluniversal.com - Se olvidan de los principios para convertirse en cómplices y aliados tácitos del gobierno. Hay temas tabú que muy pocos se atreven a tocar en público y uno de ellos es el de los medios que ceden ante la presión del gobierno. Ya casi nadie parece recordar que el pasado 1 de agosto 34 emisoras de radios y dos de televisión de todo el país fueron cerradas y que unas 240, además de 45 canales, estaban siendo amenazadas de correr una suerte similar. Los pretextos aducidos por los comisarios del régimen sobraban y para que la medida resultara creíble se le aplicó la ley a una buena cantidad de medios que efectivamente estaban en deuda con las normas establecidas para su funcionamiento. Sólo que en esa oportunidad pagaron inocentes para castigar a unos pecadores cuyo único crimen era haber mantenido una línea editorialy/o informativa crítica ante el gobierno. Pues bien, han pasado dos meses de aquella masacre audiovisual y el gobierno no ha cumplido su amenaza de ir por el resto de los medios que estarían en situación irregular. A la hora del análisis se podría argüir toda clase de razones para explicar por qué no se llegó a escribir el segundo capítulo de esta trágica radionovela, pero la realidad se circunscribe apenas a dos. Una, que el gobierno le teme al costo político que representa silenciar a casi la mitad de los medios audiovisuales del país y otra según la cual no se procede porque ya no hace falta, aun cuando las dos podrían ser simultáneas y complementarias. Ante la cercanía de las elecciones legislativas y ya en marcha la campaña electoral es obvio que el gobierno se cuidará de repetir la experiencia de 2007 luego del cierre de RCTV, pero también lo es que algunos medios o, mejor dicho, circuitos, (y digo, sólo "algunos") han escarmentado y decidieron bajar la guardia, reducir, matizar o suprimir la actitud crítica y una vez convertido en toros afeitados, como es el caso, ya no representan ninguna amenaza para el gobierno. En otras palabras, se olvidan de cualquier cosa que se acerque a los principios para convertirse en aliados tácitos y en cómplices disimulados del gobierno (cuchillo para su propia garganta), a cambio de conservar la concesión. Otra obviedad: como el secreto de su éxito es el alto nivel de sintonía y ésta obedece a sus posiciones cuestionadoras, tratan de disfrazar el cambiazo asumiendo una posición presuntamente objetiva, presuntamente imparcial, presuntamente equilibrada y presuntamente cobarde, creyendo que el receptor se va a comer la coba, lo cual delata en el fondo, una conmovedora ingenuidad. Pero lo terrible de todo esto es que no sólo abandonan a los receptores y dejan a los periodistas críticos en el desamparo, sino que le dan la razón al chavismo cuando denuncia a los empresarios despojados de cualquier escrúpulo que no sea el de conservar su negocio al precio que sea, ignorantes de que al final perderán la sintonía y, ¡ay!, la concesión.
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