Por: Adriana Balaguer - Cuando una pareja llega a su fin, se terminan los reproches, pasa el enojo inicial y cierra los balances negativos, es cuando se toma conciencia de lo que realmente se ha perdido. No solo falta una rutina de dos, sino que se empieza a extrañar todo aquello que el otro nos daba y que en muchos sentidos nos completaba y hacía felices. Es común que se experimente entonces un "síndrome de abstinencia" de aquellas sensaciones positivas, de esas necesidades que sí estaban satisfechas y creer que nunca más podrán ser disfrutadas. Además, si la ruptura fue traumática, habrá que sobrellevar el rechazo. Si fue amistosa, el arrepentimiento, las dudas, la fantasía de reconciliarse. Paula C. se levantó un día sin saber que sería su último día de casada. Después de una discusión que empezó al no poder organizar quién pasaría a buscar a los chicos al colegio, su marido le confesó que estaba sosteniendo una relación sentimental paralela, y que quería el divorcio. Paula se desmoronó. Primero suplicó por otra oportunidad, pero solo escuchó "no" y más "no". ¿Dónde estaba el hombre del que se había enamorado y con el que había armado una familia? ¿Dónde había quedado el compañero siempre dispuesto al diálogo? Aceptar la ruptura le llevó tiempo. Solo pudo lograrlo cuando se permitió vivir el duelo. Fue importante haber tomado conciencia de los errores cometidos. También de los aciertos del otro. Analizar qué perdió y que ganó con la separación y permitirse extrañarlo. Recién entonces pudo abrirle la puerta al ser que nació en su interior e incorporar como propias aquellas experiencias que la habían hecho feliz en pareja. Solo así se animó a volver a correr riesgos y a explorar otra vez el mundo. ¿Cómo has superado una ruptura de pareja?
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