ANALÍTICA - Por: Emilio Figueredo - Como al gobierno le estaba resultando muy costoso seguir cerrando emisoras de radio, ahora sale con la pérfida maniobra de regular el contenido que las radios pueden transmitir. Utilizando el dócil instrumento de Conatel, pretende fijar cuáles programas de opinión deben ser transmitidos por los productores independientes que este organismo apruebe y permitir que en horarios preestablecidos se incluyan los que el gobierno considere necesarios. ¿Por qué esta nueva medida de intimidación? En primer lugar, porque la audiencia de las emisoras controladas por el gobierno, es realmente bien baja. En segundo lugar, sacan del aire programas de opinión que les son adversos para colocar en su espacio programas favorables al gobierno, o en el mejor de los casos, neutros. En tercer lugar, porque les aseguran a los dueños de las emisoras que podrán seguir viviendo si se adaptan a este esquema de castración terapeútica. Si no se forma un escándalo político por esta nueva forma de imponer la censura en la libertad constitucional de comunicaciones habrá que concluir que, con tal de sobrevivir, se puede incluso llegar a aceptar como normal la perdida de la libertad. Esta es una etapa más en el proceso estalinista que adelanta sigilosamente el régimen. Permitir que el candado no se cierre está en manos de nosotros, pero si los pequeños o grandes intereses – por justificados que estos sean- prevalecen, entonces no nos quejemos mañana cuando seamos una réplica en el siglo XXI del mar de la felicidad.
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