Por: Víctor Maldonado C. - victormaldonadoc@gmail.com - “Ya estás tejiendo la red…” Canción tradicional. Y no me estoy refiriendo al arañero de Sabaneta sino a la araña de Miraflores que sistemáticamente está tejiendo una maraña de trampas y complicidades institucionales para acabar uno a uno con todos sus adversarios políticos. El Presidente de la República y su alto gobierno viven en una red de obsesiones que lamentablemente no son las que deberían preocupar y ocupar el tiempo de un verdadero estadista. Porque mientras el hampa es la verdadera dueña de las calles de nuestras ciudades y los caraqueños están sometidos a una sequía de agua, el Presidente dedica sus largas sesiones de trabajo a entrometerse en la suerte de la democracia de Honduras, que el mismito sacó de quicio. Mientras los valencianos están viviendo la insólita situación de vivir un período de escasez de gas directo en sus casas, condición inédita en un país que se presenta ante la comunidad internacional como potencia energética, el presidente de Pdvsa y flamante ministro del ramo anda preocupado por hablar solamente con gente como él, que sea como él, que piense y vista como él y que de cuclillas ande para siempre, inclinada su cara hasta besar el polvo que dejan los inútiles pasos de su presidente. Y no importa si en el esfuerzo de adulación se lleve por los cachos al país o la suerte de miles de trabajadores que únicamente quieren ganarse la vida en lo que saben hacer. No importa, porque él, convertido en el sumo sacerdote de la intolerancia, sólo tiene el único interés de acabar con todos los que piensen diferente. Pero no importa. Porque mientras venezolanos de carne y hueso no encuentran atención hospitalaria y medicinas para tratarse un cáncer, o diabetes o deficiencias renales, ni en barrio adentro, ni en barrio afuera, el Presidente de la República saca sus cuentas y siente que puede regalarle ambulancias a Bolivia, centrales eléctricas a Nicaragua y casi cualquier cosa a Cuba. No importa, porque si aquí se quejan, esta revolución está perfectamente armada y constantemente dispuesta a enfrentar cualquier manifestación pública de disidencia. Pero no están solos porque hay una Asamblea que rápidamente organizará un acto de repudio y el resto de los poderes públicos velozmente se sumarán al corro de descalificaciones a las que someten al pueblo que se queja de la falta de servicios públicos y oportunidades. Para Evo real, y para el pueblo plomo, es la consigna que se entreteje desde el alto mando del gobierno. Por supuesto que eso es lo de menos. No hay seguridad ciudadana, tampoco derecho a la discusión colectiva, y mucho menos servicios públicos. La revolución exige esos sacrificios. Pero es que tampoco hay justicia y estado de derecho. Este gobierno juega a los dados con la Constitución y maneja al poder judicial como si todos ellos fueran parte de las milicias bolivarianas. ¿Justicia? Eso que Bolívar declaraba como la reina de las virtudes republicanas, sostenida sobre las bases de la libertad y la igualdad, ha sido convertido por este gobierno en fuerza bruta y brutal, en la mejor carta de presentación de la tiranía a la que hemos sido reducidos. Porque ya sabemos que si un juez, acudiendo al fondo de su corazón y usando los restos de dignidad que le queda, toma una decisión ajustada a derecho, es simplemente destituido. ¿Justicia? La ley es una vil excusa. Es el arma con la que se intenta amedrentar y someter a empresas, empresarios, profesionales y trabajadores. Es la herramienta de venganza y la mordaza. ¿Quién puede creer en una justicia que se ensaña en los comisarios Simonovis, Vivas y Forero? ¿Alguien puede dar medio por una justicia que hostiga y persigue a Zuloaga, a Globovisión, a Leopoldo, a Mezerhane, a Ravell, a Rosamaría? ¿Alguno en Venezuela cree que no es venganza y gavilla esas imputaciones a los periodistas y productores de Globovisión? Pero no importa. No hay seguridad, ni justicia, ni servicios públicos, ni benevolencia, pero tampoco hay razón. Esta araña vengativa y tenaz simplemente se ensaña. Por dejarse llevar, acaba con las radios que supone enemigas, pero también con empleos. Acaba con sus enemigos de los concesionarios y sacrifica treinta mil hogares que van a quedar sin ingresos. Odio, puro odio y resentimiento lo que exhibe la araña que ya ni recuerda alguna época en la que haya sentido algo diferente por todos los venezolanos. Por eso, ¡patria, socialismo y muerte!
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