miércoles, 1 de julio de 2009

Esta especie de parábola me hace sentir pesar por un amigo que no ha entendido que su corazón es diferente y ha permitido que otros lo llenen de odio.


Era una madre sabia y generosa, como no dudo debe haber sido. Un día le dio a su hijo mil monedas de oro para que con ellas consiguiera lo que quería para su vida. El las recibió con una emoción mezclada entre el entusiasmo y el miedo. Fue de compras, vio un automóvil muy grande y lento para su gusto y de una calidad técnica que dejaba mucho que desear, sin embargo lo compro. Fue después a una joyería y encontró unos diamantes mal cortados y montados en anillos inapropiados y a pesar de esto pagó una gran suma por ellos. Organizo fiestas a las que invito personas que conocía pero que no disfrutaba. Con el pasar del tiempo este hombre, antes alegre y lleno de ilusiones, se fue convirtiendo en alguien amargado y quejumbroso. Años después se acerca, a traves de su corazón, de nuevo a su madre y le dice: -Mamá ¿Que habré hecho tan mal que vivo tan infeliz? La madre respondió: -No es lo que has hecho hijo, es lo que sigues haciendo, aun en este preciso instante. - ¿A que te refieres? pregunto el hijo. La madre respondió en tono sereno y comprensivo: -Tu usaste tus recursos y tu energía, para llenarte de lo que no querías y de lo que no es tu visión de vida, en vez de enfocarte en lo que querías y en lo que puedes dar.

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