Por: Miguel Sanmartín, El Universal vl - msanmartin@luniversal.com - La ampliación de la enmienda es el reconocimiento expreso del debilitamiento de Su Majestad. Es tal la pesadilla, tanta la obsesión de Su Alteza Real por mantenerse eternamente en el poder, que ya no solo pisotea la "bicha" sino que, en sus paranoia continuista, cambia día a día y con absoluto descaro su discurso de manera de adecuar los alegatos para justificar lo que ética, histórica, jurídica y constitucionalmente no es sustentable. En ese desenfreno de pretextos y contradicciones explicativas concurren con pasmosa subordinación, sin pizca de estima por sus ideas y opiniones, por tanto sin el menor respeto por sí mismos ni por el país que los observa y juzga, y que ya los sancionó con su voto, los pinnípedos glorificadores y cohonestadores de cuanto capricho o extravagancia se le antoje a Su Excelencia. Lo que se deja escuchar por estos días es inaudito. Cínico. Pero no inesperado. Se trata de realismo mágico, como argüiría el gran ladino de esta mamarrachada fasciocomunista inspirada en la agonizante, "chuleta" y abominable dictadura cubana. El mismísimo líder supremo, indispensable (humildemente) por lo menos 10 años más, alega ahora (antes dijo no, no y no) que también es legítima (si él lo autorizase) los afanes continuistas de todos los demás funcionarios de elección popular. La misma cantaleta, contraria a lo que antes sostenían, repiten todos los voceros oficialistas (ministros, parlamentarios y hasta jerarcas del Poder Público) en sintonía con su Señor. La sorpresiva ampliación de la enmienda (ahora es una reforma de la Carta Magna) es el reconocimiento expreso del debilitamiento de Su Majestad. De la falta de apoyo a su propuesta. Por eso, en contra de su interés, no le quedó más remedio que comprometer a todos los suyos, especialmente a los "disidentes" del PPT y PCV, para que salgan a buscar los votos que no gestionaron para aprobar la reforma el 2D de 2007. Esta "concesión" sería el caramelo para el nuevo interno del rajá de perpetuarse en el poder. La vez pasada el "dulce" para obtener el apoyo del soberano fue la jornada laboral de seis horas y la promesa de un sistema de seguridad social para los trabajadores por cuenta propia e informales. Aquella "golosina" no llegó a empalagar porque quienes debían realizar el trabajo de campo para lograr el voto favorable de la población sencillamente no hicieron campaña porque a ellos no les beneficiaba la propuesta. Viendo que los números tampoco no le dan ahora para "certificar" su nuevo intento de perpetuarse en el poder, el rajá tropical, que tonto no es, embelesa a sus aliados (con la oferta reeleccionista) para que lo acompañen en la cruzada por el "Sí". Pero por más patrañas que intente no la tiene fácil como alardea. El soberano está claro. Lo reiteró en las pasadas regionales. Sus deseos de libertad, bienestar, seguridad, justicia y prosperidad no son compatibles con el continuismo autocrático comunista que odia la iniciativa particular y la propiedad privada.
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