Por Teódulo López Meléndez - teodulolopezm@yahoo.com - La historia no se escribe en las puertas de las instituciones dependientes y serviles. Lo único que queda de los folios del legajo es la mancha amarilla, una igual a la que queda por donde dirigieron sus pasos los amanuenses a invocar justicia donde no la hay, pero amparados por aquello de “hay que dejar constancia”. No invocan jurisprudencia los actos absurdos. No hay interpretación de norma en la testuz inclinada frente al poder del dictador. No hay raciocinio en los argumentos jurídicos a los que recurren los oportunistas de ocasión para presentar descabelladas tesis con el único sentido de ganar espacio en la televisora antes de que la cierren. De “baja intensidad” es el “terrorismo de Estado”, según el comunicado de esa decepcionante directiva del Colegio Nacional de Periodistas. Tal precisión en los decibeles, en la modulación del lenguaje, en la perturbación auditiva, quiere decir que las bombas no deberán ser lacrimógenas sino que deben derribar paredes, abrir huecos profundos y dejar un reguero de huesos quebrados y de sangre. Entonces el CNP nos hablará, sólo entonces, de “alta intensidad”, con ese lenguaje tan preciso que parece cortado con un bisturí de diamante de baja intensidad. Cuanta precisión en la terminología jurídica, tanta que se hace pacotilla barata, porque uno se dice “si es ilegal y no vamos, pues aprobará la enmienda con un similar pequeño número de votos que permitió elegir a esta sombría y detestable Asamblea Nacional”. Cuanta exactitud en el lenguaje del gremio. Cuanta medición en los comportamientos. Cuanta vacilación para buscar los resquicios del escondite. Cuan profunda la reflexión filosófica de la Defensora del Pueblo al proclamar la enmienda como positiva para la democracia. Cuan elocuente el silencio, la complicidad, el estudio del lenguaje y el desvarío. De baja intensidad ha sido ver a los concejales metropolitanos refugiados en el Colegio de Ingenieros. De alta intensidad hubiese sido verlos planeados por las Guardia Nacional que ocupó su sede. De baja intensidad ha sido ver al Alcalde Metropolitano Antonio Ledezma como alma en pena. De alta intensidad hubiese sido verlo esposado y conducido a la policía política. De baja intensidad ha sido ver como el Concejo Legislativo del Táchira aplaza para enero la juramentación del gobernador Pérez Vivas. De alta intensidad hubiese sido verlo expulsado al otro lado de la frontera, pues, al fin y al cabo, está cerca. De baja intensidad ha sido ver al gobernador Capriles despojado de todo, menos del nombre, al igual que sus otros colegas. De alta intensidad hubiese sido que los colgaran como a Gual y España. Todo ha sido de baja intensidad. El golpe de Estado que el régimen ha protagonizado ha sido de baja intensidad, pues para darlo no ha disparado ni un solo tiro. “El Nacional” tiene título para otro editorial: “Trapo rojo de baja intensidad”. Los dirigentes partidistas tienen alegato: “Todo esto que pasa es de baja intensidad”. Patria para todos” tiene ya contenidos para su funambulesco lenguaje: “Someteremos a consideración de nuestra militancia esta reelección de baja intensidad y nos plantearemos si debe ser para todos los de baja intensidad y no sólo para el presidente”. “El demonio es de baja intensidad”, pueden alegar los exorcistas. El regalo de los dirigentes de los comunicadores ha sido “específicamente” de baja intensidad, pues es esa “la información que manejan por ahora”, la cual será ampliada en el próximo comunicado de baja intensidad, se podría argumentar para caer en la jerga de latiguillos que usan a diario. “Presidente, déjenos pasar la Navidad en paz”, ha pedido solícito el director general de Globovisión. Ese es un extraño pedimento. Puede significar “vuelva a jorobarnos en enero”. Puede significar “déjenos en paz en la temporada alta de publicidad”. En cualquier caso pedirle paz a un presidente es algo muy extraño, especialmente cuando se hace por el corto período navideño. Si el presidente no nos deja en paz, habrá que hacer algo más que pedirle que nos deje en paz, colige uno sopesando la baja intensidad del planteamiento. Esto parece un país de testuzos. La república está de baja intensidad. La dignidad de la república está de baja intensidad. La hombría está de baja intensidad. La pérdida de la república será calificada de baja intensidad. Los llamados dirigentes son de baja intensidad. Aquí quedamos hombres de alta intensidad.
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