Por: Alberto Rodríguez Barrera - (En la antesala de la desobediencia civil) ¿Es el venezolano esta mala nota que el chavismo viene representando con premeditación y alevosía? ¿Ha sido alguna vez el venezolano un abusador endemoniado por el insulto y la castración? ¿Tiene el venezolano vocación de aniquilador de la libertad ajena o de acosador mafioso para impedir el crecimiento divergente y decente en otros? ¿Qué vaina es esa de que si no eres como a Chávez le dé la gana no tienes derechos y te roban lo que pertenece a todos los venezolanos? ¿Es que alguien quiere patente de corso para hacer del venezolano lo que no es? La exacerbación desaforada en torno a la política, cuando acompañada por el fanático fervor de la intolerancia, hace olvidar cuánto más grande, diversificada e importante es la colectividad. O la vida en sociedad, cuyo conjunto es de valor superior a sus partes. Es como concentrarse exclusivamente en un solo punto de los infinitos fulgores existentes en las galaxias, obviando el equilibrio siempre en expansión del universo todo. Y es hacia un hueco negro que vamos con Chávez, el castrador de la democracia. Buscando hacer del venezolano un eunuco, puesto a atender en sumisión el desvarío de sus gustos personales y familiares, su afán por el control totalitario descarta e ignora que la Política suprema está en la conjugación de las múltiples realidades sociales y en la soluciones de las problemáticas que circunscriben y determinan –integralmente- las realidades del ser humano, y particularmente del venezolano, con quien cada día tiene más diferencias. Cuando algunos pretenden definir con palabras como "astucia" o "habilidad" lo que Chávez ha venido aplicándole a Venezuela, junto a otros disminuidos de intelectualidad que bajan honrosos a la triste condición histórica de los chupamedias, olvidan que pasan hacia la idiota esencia de los tránsfugas antidemocráticos que tanto hicieron por elevar a cumbres insólitas a mediocridades criminales como Hitler, Mussolini, Castro y el largo listado de dictadores latinoamericanos. No se entiende cómo puede ser "brillante" quien ahoga y castra las conquistas evolutivas obtenidas por la democracia con esfuerzo sostenido, y mucho menos se entiende al grupito de adláteres que salivan sadomasoquistamente ante el goce de la bota que los patea, como a tantos subyugados que sobrevivieron al abuso indigno –sin desarrollo popular sustentable- para arrepentirse por el resto de sus días. Hoy tenemos en Venezuela un exceso de "entreguistas" que andan con el rabo entre las piernas y con la lengua afuera lista para chupar cualquier media suelta que sobresalga del bulto deforme que persigue el sueño imposible de consolidar una "dictadura democrática". Son éstos los que están hoy rodeando al supuesto "sabio" que caricaturiza el poder, gruñentes cultores de un hombre y excelentes oledores de rabo, pero sumamente inhábiles para generar alguna iniciativa propia y absolutamente incapacitados para echar adelante los beneficios colectivos que requieren los más desfavorecidos. De migajas y sobras está lleno el camino. La política-de-24- horas-al- día, deschavetada e impulsada por Chávez, se ha limitado al acaparamiento y control de todo lo que caiga bajo la sospecha de ser algún tipo de poder, a los cuales ha castrado para que funcionen exclusivamente de acuerdo a su infinita improvisación, ya que no se conocen soluciones sólidas en ninguna de las áreas contra las cuales –supositoriamente- insurgió esta "rebelión de los ángeles". No eran ángeles, indudablemente, aunque insisten en colocarse las alitas. Los aleteos pueden verse a diario y a toda hora: en la Justicia arrinconada (amén de la policía cada vez más perezjimenista) ; en el Legislativo legalizando los abusos que faltan y con los cuales sueñan a cada amanecer; en lo Moral muriendo antes de nacer; y en el Todo de lo que se acapara que es enseguida objeto del bisturí castrante para caer ipsofactamente bajo el soliloquio de mentiras dirigido por la autonomía de un solo hombre: el Mesías accidental que vino con las alforjas vacías para llenarlas con su estilacho cromañón de cosa nostra. No es por nada pero: en los 40 años de democracia, con los peores adecos y copeyanos incluidos y sin descartar las desgracias generadas por un multidisciplinario liderazgo sustentado en la decadencia, jamás se llegó a la maldición gitana que en estos 6 años ha desbaratado con ignominia al país, destrozando las raíces democráticas autoras del desarrollo incuestionable que venía sacando a Venezuela de la edad de piedra, imponiendo un elenco de jalabolistas que –además de nunca crear siquiera un sindicato ni de estudiar para manejar tan colosales presupuestos- llevan el desvío de la politización casquillera hasta la incapacidad psíquica que los hace ver como "mar de la felicidad" a la miseria, la criminalidad y el rotundo fracaso histórico-social que para la mayoría de los cubanos ha llegado a ser la revolución castrista. (Esto para señalar sólo un hueco de los tornillos sueltos). Porque en la Venezuela pre-Chávez se invertía (por encima de la corrupción) hasta un sólido 80% del presupuesto anual en obras de desarrollo social que aun constituyen lo más visible de nuestra realidad (pese al cambio de nombres); porque aquí el 95% de las obras de utilidad pública con que cuenta el país se realizaron en esos 40 años (pese al gigantesco esfuerzo realizado por tirios y troyanos para desconocer esta verdad); porque en 1998 aquí había 50% más de industrias que las que hay hoy; porque aquí podíamos salir de un presidente legalmente y sin necesidad de corromper a toda la institucionalidad; porque aquí no crecía el desempleo y el hambre cuando se incrementaba el ingreso petrolero, y menos a niveles tan colosales como hace poco; porque aquí los ladrones no estaban tan especializados ni tan apoyados judicialmente, como lo están en la actualidad; porque aquí los policías que asesinaban a alguien –aunque fueran agitadores extremistas que masacraban a policías- eran puestos presos y sentenciados; porque aquí se podía confiar en el 97% de los resultados electorales debido a que todas las toldas políticas estaban representadas en la institución electoral y el manejo del Registro Electoral se le entregaba a un miembro de la oposición. Lo que sucede en el presente es que todos los males cuestionados y criticados por todos en el pasado se han constituido en la ley suprema o el valor capital de quienes buscan sustituir su fracaso monumental con la imposición a juro de una dictadura, única fórmula que les garantiza la supervivencia dentro del sistema democrático que los venezolanos no se dejarán robar (pese a las piruetas de saltimbanquis ideológicos que, como antes, unifican a la derecha reaccionaria con la dinosáurica izquierda insurreccional) . Lo que sucede en el presente es que un gobierno tramposo y forajido se apresta a dar sus zarpazos finales en búsqueda de la acunada canalla del totalitarismo. Aquí el jalabolismo se inquieta ante el más inquietante olor que despediría la sangre de los venezolanos. Ahora que han pasado las elecciones regionales y que el chavismo exalta el saqueo con singular desenfreno, podremos ver si es sangre genéticamente modificada o sencillamente contaminada la que corre por las venas de los sinpares macpatos que chapotean ricachonamente por los oscuros senderos institucionales donde se vende y prostituye, incluyendo lo que antes fue una respetable y honesta institución electoral. No repetiremos aquí el extraordinario acumulado de trampas previstas y en marcha con que el oficialismo pretende bozalear definitivamente a los venezolanos, pero… De sucederse lo "programado" por el castrador y sus adláteres, podríamos decir que entonces concluiría finalmente también la larga antesala donde la desobediencia civil espera su turno al bate.
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martes, 9 de diciembre de 2008
El castrador de la Democracia
Mascioli Garcia
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