Por: Elis Mercado Matute - Ex rector de la UC - A estas alturas del partido no abrigo ninguna duda acerca del derrumbe continuado y sostenido del comandante Tribilín. Sólo dentro de su alocada cabecita caben las imágenes de un país próspero y radiante, de que su proyecto es exitoso, de que él es el líder mundial que soñó de niño en Sabaneta. La ausencia de logros épicos y su debilidad cultural lo atormentan de día y de noche. En sus, a ratos, crisis de madurez se desespera por llenar esas lagunas existenciales. Quisiera ser héroe pero el recuerdo de su actuación en el Museo Militar el 4-F, el 27 de noviembre y el 11 de abril, lo asedian despiadadamente. Quisiera ser culto -lo cual se le ha convertido en una obsesión lacerante- pero la formación cultural no se fabrica ni se compra, y él realmente no tiene terreno abonado para que le siembren cultura como si de una yuca se tratara. Dada la circunstancia de que está prohibido -sí señor, como lo está leyendo- hablar de la salud mental del Presidente, como si se tratara de un jardín de infantes donde las groserías no deben pronunciarse o fuéramos un arreo de retrasados mentales que no sabemos identificar a un loco cuando lo vemos desencajado y su rostro sudando como una tapa de olla, pegando gritos con las paraparas de los ojos fuera de sus respectivas órbitas. Yo soy fiel cumplidor y defensor de la Constitución y las leyes y las acato a pie juntillas, y por eso no toco la figura presidencial ni con un cabello de los que Dios me ha dado. ¿No será que nuestro primer magíster está afectado por algún síndrome pueril e inofensivo? Reconozco que mis esfuerzos hermenéuticos y heurísticos casi se agotaron en la búsqueda de un dato que me pudiera iluminar al respecto. Recurrí desde Gilles de la Tourette, y sus espesos traumas, hasta el síndrome de ¡Peter Pan! Advierto que no todos los caracteres de este síndrome son aplicables al comandante Tribilín, pues si así fuese y yo lo dijese estaría expuesto a que mis costillas llaneras (ahora pertenezco a la División Militar de los Llanos) fueran a parar a un calabozo o centro de rehabilitación para escuálidos disociados. Ahora bien, una persona afectada por este síndrome es una persona que se niega a crecer, que se resiste a madurar; no porque no pueda hacerlo sino porque no quiere salirse del capullo de la infancia, hace lo que sea para seguir siendo niñito, para seguir huyendo de la realidad y retozando con las hadas y tratando de que los polvos mágicos neutralicen la realidad. Lucha denodadamente contra el capitán Garfio, símbolo del mal piratesco, especie de símbolo imperial al que Peter Pan derrota haciendo que se suicide arrojándose por la borda y cayendo en las temibles fauces del cocodrilo. Dan Kiley, el psiquiatra que se ha aproximado más a este fenómeno sostiene que no todo es malo en el acto de acompañar a Peter Pan en sus viajes hacia La Tierra de Nunca Jamás y hasta fantasear junto a él, siempre y cuando regrese de ella a la hora de enfrentarse al mundo real. Es decir, que la responsabilidad y la madurez deben ser los caracteres que sellen la personalidad de un hombre, sobre todo cuando éste ejerce altas funciones de gobierno y de Estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Su Comentario