sábado, 23 de agosto de 2008
El Generalísimo
Por: Francisco Alarcón - Qué se necesita para ser Generalísimo, bueno muchas cosas. Así lo recoge la historia en figuras connotadas y en algunas no ilustres como: Francisco de Miranda, José María Morelos y Pavón, José de San Martín, Rafael Leonidas Trujillo, Francisco Franco. Podemos observar que entre ellos se encuentra una gama abigarrada de tendencias con méritos diversos, y en otros se halla el desparpajo de una dictadura, pero hay un elemento común, todos vienen precedidos de alguna “gesta” y contaron con valor para llevarla adelante. En Venezuela no fue frecuente este reconocimiento sino en el caso de Miranda, general de verdad signado por una carrera militar elevada en Europa. El general Gómez verbigracia tuvo la cordura de no ostentar este ampuloso título, que no se compadece con ninguna hazaña local ni se congracia con la naturaleza de los venezolanos. Gómez transformó un Ejército de montoneras en 1910 en un Ejército regular; cuando contrata al chileno Samuel MacGill, quien inicia la academia militar de Venezuela. En 1913 crea la Oficina Técnica Superior, encomendada de la elaboración de la doctrina militar y en el año 1920 se funda la Escuela de Aviación Militar, con esto, Gómez institucionaliza las Fuerzas Armadas, propósito que alcanza hasta nuestros días; sin vislumbrarse el grado de Generalísimo por ostentación y desfachatez. Marcos Pérez Jiménez fue un “patriarca” militar al lado de lo que acontece hoy en Venezuela, con “insuperable” acción de gobierno, visible por sus construcciones y desarrollos viales. Pérez Jiménez, venía antecedido de una limpia y ascendente carrera militar, habiendo aprobado su curso de Estado Mayor en Perú. Los grados militares los fue adquiriendo progresivamente hasta llegar a General de División. A pesar de sus alardes, nunca cruzó los límites de la fantasía. De establecerse el grado de Generalísimo en Venezuela, no sabemos por ahora, cuál será la reacción natural de este pueblo, pero sí intuimos que la historia no será benévola con quien ose ofender los valores reales de esta sociedad y de sus estamentos militares. Independiente a ello, como decíamos al comienzo, viendo los variados generalísimos a través de la historia, unos por efectivos méritos otros por deformación cretina en dictaduras que, llegaron al “ápice” en la figura falseada y “personalísima” de un autócrata. En la práctica esos generales de profusos soles o de estrellas impares, algo hicieron para llegar al poder, construyendo su homérica y mostrando destellos de valentía, siendo el caso hasta de Fidel Castro y compañía. Quien no tiene nada que mostrar no tiene nada que buscar, colocándose cuantos soles quiera en una charretera forjada. Ojalá los asesores militares que puedan quedar en esta patria se den cuenta a tiempo antes de cometer alguien semejante desatino. En un país donde los cuarteles se van prostituyendo lentamente y se pretenden trocar en montoneras armadas hasta los dientes. Derivando inversamente en lo que hiciera el General Juan Vicente Gómez, ciertamente hombre de “batallas” durante la Revolución Liberal Restauradora, o en lo que Marcos Pérez Jiménez vigiló no consintiendo la degradación de las Fuerzas Armadas. Qué hará Venezuela en adelante de llegar a contar con un Generalísimo sin Ejercito sino con milicias, penetrado por aventureros y mercenarios. ¿Con qué objeto? reprimir al pueblo y amenazar a los ciudadanos decentes. Esta materia debe ser de honda reflexión para los venezolanos, y pudiera estarse pisando el acelerador hacia la anarquía, hacia las confrontaciones internas, porque un “ejercito” de esa naturaleza poco serviría para la defensa del país tal como consagra la Constitución vigente. La sociedad civil deberá ser garante de una Venezuela digna, ejerciendo sus derechos constitucionales para que se cumplan las leyes. Transgredir sistemáticamente el orden constitucional y burlar a nuestras Fuerzas Armadas como institución, podría desembocar en la ilegalidad y violencia. ¿Para qué necesitamos un Generalísimo sin “pertrechos” morales, comandando la indolencia militar?
Mascioli Garcia
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