Yo no quiero ver lo que he mirado a través del cristal de la experiencia; el mundo es un mercado donde compran honores, voluntades y conciencias. Amigos: es mentira, no hay amigos: la amistad verdadera es ilusión; ella cambia, se aleja y desaparece con los giros que da la situación. Amigos complacientes sólo tienen los que disfrutan de ventura y calma; pero aquellos que abate el infortunio sólo tienen tristezas en el alma. Si estamos bien, nos tratan con amor, nos buscan, nos invitan, nos adulan; mas si acaso caemos, francamente, sólo por cumplimiento nos saludan. El que nada atesora, nada vale y en toda reunión pasa por necio, y por más nobles que sus hechos sean, lo que alcanza es la burla y el desprecio. En este laberinto de la vida donde tanto domina la maldad todo tiene su precio estipulado: el amor, el parentesco y la amistad. Lo que brilla no más tiene lugar, aunque brille por oro lo que es cobre; lo que no perdonamos en la vida es el atroz delito de ser pobres. Nada en el mundo es perfecto, puro y sano; todo se halla a lo impuro entremezclado; el mismo corazón, con ser tan noble, cuantas veces se encuentra enmascarado. Existe la virtud, yo no lo niego, pero siempre en conjunto defectuoso; hay rasgos de virtud en el malvado, hay rasgos de maldad en el virtuoso. La estupidez, el vicio y hasta el crimen podrían tener su puesto señalado; las llagas del defecto no se ven si las cubre un diamante bien cortado. Y a nadie habrá de herir lo que aquí digo, porque ceñido a la verdad estoy; me dieron a libar hiel y veneno; veneno y hiel en recompensa doy. Y si peco en las palabras toscas de estas líneas oscuras y sin nombre, doblando mis rodillas en el polvo, ¡pido perdón a Dios y no a los hombres.
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