jueves, 17 de julio de 2008
Militares de verdad
Por: Antonio A. Herrera-Vaillant aherreravaillant@ gmail.com - Para una América Latina hastiada de uniformados de opereta, abusadores é ignorantes, parásitos de sociedades que juran proteger, ó artillados chantajistas de la política interna, fue bálsamo de optimismo la reciente actuación de los hombres del Ejército y Policía Nacional de Colombia. Nacional a secas, sin agregados baratos y sectarios. La impecable presentación del presidente Álvaro Uribe con la doctora Ingrid Betancourt, los rehenes rescatados, sus ministros y altos mandos, demostró que en nuestras tierras sí puede haber civismo en la vida pública y militar. El conjunto de intervenciones probó la eficacia del sistema educativo colombiano. Escuchar cabos y sargentos capaces de expresarse coherentemente; comprobar el respeto de superiores a subalternos y viceversa, y su genuina devoción hacia instituciones democráticas, llevó un fresquito a sociedades azotadas por otras realidades. Por allí andarán mordiéndose los codos quienes pretenden desacreditar lo sucedido: a Uribe, a las Fuerzas Armadas colombianas, y a la abrumadora mayoría de un país que valientemente lucha por su propia superación. Quedó desnuda en toda su Negra Impiedad toda pretensión de justificar con excusas sociales o legitimar políticamente a esa caterva de criminales que son las FARC. ¿Quién diablos eligió a las FARC para imponer condiciones a toda Colombia? ¡Cuan gran favor le hizo al mundo Ingrid Betancourt al identificar camisetas del Ché Guevara con sinónimos de tortura, degradación, destrucción y muerte! Ojala lo repita en París. ¿Qué tal escalofrío sentirán algunos uniformados en otros países - apenas con experiencia de lucha por la posesión de una alcabala, aduana o proveeduría - ante cualquier perspectiva de enfrentamiento real con esas fuerzas de Colombia? Allí no se vieron generalotes obesos ni obsecuentes. Abundante disciplina y respeto; pero cero lambuceaos políticos en busca de ascensos, pensiones y prebendas. Profunda vergüenza deberán sentir ciertas huestes de rebuscadores de "derechos humanos", al abofetearles por medio de la cara el testimonio de los secuestrados y torturados. El mundo hoy se pregunta: ¿Dónde estaban los derechos de esas víctimas para los profesionales del descrédito hacia la autoridad constituida y legítima? Con el brillante rescate recorre el Continente una legítima espada de Bolívar dando vivas a las Fuerzas Armadas Nacionales de Colombia. Y en otras partes muchos dirán: ¡Ay carajo: que envidia tan profunda!
Mascioli Garcia
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