Pulpería de Ño Miguelacho. Fue la más popular de la ciudad. Recibía mandaderos procedentes de Chacao, La Vega o el Valle. Hacían más de tres horas de viaje. Don Miguelacho se preocupaba sobremanera por los niños desamparados. Les daba “ñapas” suculentas: un pedazo de queso, un pedazo de chicharrón y papelón. Por su desprendimiento, su pulpería no pudo llegar muy lejos económicamente. Como dato curioso resalta que su esposa era isleña y defensora del bando realista; él era patriota. En el año de 1813, cuando Bolívar entraba a Caracas, la esposa de ño Miguelacho gritó “viva el rey y abajo Bolívar”. Juan Bautista Arismendi mandó a buscar al marido y lo colocó 5 horas preso. Una congregación de niños de entre 6 y 15 años de edad manifestó en la plaza Bolívar pidiendo su libertad, a lo cual accedió el gobernador Paúl. “Nunca levantó cabeza como pulpero, pero logró la libertad por ser pulpero”.
Pulpería de Rumualda. Es considerada la segunda en importancia. La atendía la pulpera Rumualda. Fue admiradora del Libertador. En 1927 la municipalidad le hizo un homenaje al Libertador en el cual hubo un discurso de los representantes de los pulperos. Este hecho demuestra el gran reconocimiento y evolución que llegaron a tener estos locales y sus dependientes.
Pulpería de Ño Pastor. Una referencia de este establecimiento se encuentra en las memorias del representante diplomático de los E.E.U.U en Venezuela, Williamson, quien se quejaba de que sus sirvientes iban repetidísimas veces a la pulpería donde se les vendía toda clase de comida por tan sólo 5 céntimos (una seña). El plato incluía arepa con queso, un pedazo de carne y café. Esta pulpería también sirvió de posada,; allí se alojó Humboldt. Lo más representativo de este sitio fue el hecho de que sus dueños implementaron varias medidas para frenar el creciente inconveniente que significó la venta a crédito. El fiao trató de frenarse con carteles que decían: “El muerto de esta esquina fue el que me sacó fiao. Le cobré catorce años y ahí está enterrao (en la esquina del muerto)”. Como colofón podemos indicar que la pulpería entró en decadencia a partir de la explotación sistemática del recurso petrolero en la Venezuela de comienzos del siglo XX. A partir de este período comenzaron cambios de denominación. Se comenzó a llamar a las pulperías Gatico, ya que los expendios de víveres comenzaron a funcionar al lado de las puerta de entrada de los grandes complejos petroleros, cuya denominación en inglés era GATE. Así mismo, los oficiales de seguridad comenzaron a llamarse GUACHIMANES, por la deformación de la palabra Washman. Aparecieron, con el crecimiento poblacional y comercial, otros establecimientos como la “Bodega”, el “gran baratillo”, el “almacén de víveres y frutos”, el “abasto” que era un local algo más grande donde, incluso, se vendían telas. Finalmente irrumpe el supermercado que tenía las novedades de las puertas automáticas, el reparto a domicilio y el aire acondicionado, entre otras. Para simbolizar el efecto social que tuvieron las pulperías a lo largo y ancho de nuestro territorio, tenemos la composición popular que expresa el sentimiento de alegría, celebración e integración que se vivió en el seno de esta “institución”. “Se llena la pulpería y el silencio gime ausente. Y en los ojos de la gente pega saltos la alegría”.
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