En esta esquina, la imaginación del pueblo consolidó ese nombre que parecía ser de mucho antes de la anécdota. Dicen los pobladores de la ciudad, que el presidente Páez en sus ejercicios de patriota, cortejaba una mujer ajena en aquel lugar. Para no ser sorprendido in fraganti en actos alevosos de machismo que le podrían acarrear enfrentamientos, en esa misma esquina que sigue teniendo aquel nombre, colocó un grupo de guardias, bien armados, cuya misión era impedir la llegada de “chaperones” o visitantes no deseados. Aquellos “angelitos" apostados en plena calle trascendieron a la historia de la ciudad sirviendo de epónimos de esa esquina.
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