jueves, 10 de abril de 2008
¿Dónde están los culpables?
Por: María Margarita Caldera G. - Como era de esperarse, la olla montada con el asesinato del fiscal Danilo Anderson fue tomando presión hasta estallar. La fabricación de pruebas para tratar de involucrar a personas decentes, inocentes, con un cuidado en apariencia extremo para que golpeara sectores de la vida nacional en los que existe una oposición frontal y decidida a la posible instauración de una dictadura en Venezuela con todos los riesgos y peligros que conlleva un estilo de gobierno de esa naturaleza, pese al empeño del hasta ahora posible autor intelectual y material del intento de mayor estafa que se conozca en la historia de este país al pueblo venezolano, no logró pasar nunca la prueba de calidad. Por el contrario, nunca dejaron de aparecer las dudas y de versele las costuras pese el esfuerzo de quien ahora está arrinconado por el mismísimo testigo estrella Yovanny Vásquez de Armas. Había que atacar a la Iglesia y no existía mejor ocurrencia que antojarse de la figura de Su Eminencia Rosalio Cardenal Castillo Lara, ahora fallecido, un hombre con hoja de vida limpia, prelado de reconocida trayectoria por el mismo Estado Vaticano dado los cargos que a bien tuvo Juan Pablo II poner en sus manos, en los cuales demostró su honestidad, probidad y capacidad. Era imperativo dar un zarpazo al empresariado facista, y qué mejor idea que tocar un hombre muy ligado al medio televisivo como el señor Mezerhane, ejecutivo del canal de noticias Globovisión. Necesario se hacía inculpar a un representante de esa parte de la institución militar que se ha pronunciado en contra de los desatinos y arbitrariedades del régimen Chávez, y qué mejor que someter al escarnio público al general Eugenio Añez. Para dar un toque artístico a este macabro asunto de un asesinato resultaba cuando menos atractivo ensuciar el nombre de un actor como Orlando Urdaneta del que se conocen logros y éxitos a granel pero jamás se han oído cuestiones deplorables. Por último, para nadie es un secreto la incomodidad que produce la prensa escrita osada que no se deja manipular ni arrinconar por quienes ostentan el poder en Venezuela desde hace nueve años, se erige a la periodista Patricia Poleo en representante de ese sector para cerrar el círculo de posibles delincuentes urdidores de asesinatos, con el que se redondearía un espectacular hallazgo que diera al traste con la oposición a Hugo Chávez, que podría ser perfectamente en un país regido por un Gobierno demócrata que permitiera la libertad en todas sus formas, pero sin posibilidades en uno en el que al mando está quien se cree con derechos ilimitados e impensables por la sinrazón que es su real esencia. A excepción de aquellos que aún se alimentan ingiriendo promesas y prefieren seguir creyendo en la preñez de los pajaritos que pinta el máximo jefe de esa cosa sinuosa y desastrosa a la que se le quiere llamar revolución; de quienes están disponiendo y gozando de las muchas prebendas que provee el estar sesgado hacia el tenebroso régimen que es la cuasi dictadura chavista, los venezolanos queremos respuestas. Porque si imperativo es desarticular de una buena vez esa maquinaria echada a andar en la búsqueda del descrédito de todo el que se oponga a la implantación de un estilo de vida reñido con el respeto a los derechos ciudadanos, también lo es encontrar y presentar al pueblo venezolano a los verdaderos culpables del asesinato de Anderson. Han transcurrido nueve años vergonzosos, en los que la “obra” de mayor envergadura de este Gobierno ha sido la de trabajar para imponernos un régimen autocrático, represivo, incapaz e inepto, en el que se irrespeta hasta la vida y los derechos humanos están supeditados a la sed incalculable de poder de quien quiere perpetuarse sin importarle el daño inmenso que le hace a todo un país utilizando cualquier medio. Por ahora sólo tenemos delante un autobús que perdió velocidad y pasajeros con una celeridad pasmosa, ahora ocupado únicamente con un poeta que trastornado por su afán inexplicable de congraciarse con el autor de un proyecto que nos llevaría irremediablemente al abismo, o, por el de evitar a toda costa que se conocieran los verdaderos autores del vil asesinato del Fiscal. Porque si no, ¿Por qué la maléfica y vulgar mentira?. La única forma de saldar la cuenta pendiente que significa el intento de descrédito a que fueran sometidos los ciudadanos anteriormente mencionados, por los presuntos montajes del ex Fiscal General, sería buscando, enjuiciando y dictando sentencia a el o los culpables del acto terrorista llevado a cabo en la persona de Danilo Anderson.
Mascioli Garcia
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