Por: Ana María Valeri - El Universal
Pasó otro cuatro de febrero e inevitablemente la memoria nos obliga a revisar sus derivaciones a fin de hacer un juicio justo de la Historia. La llegada de Hugo Chávez al poder no se debe exclusivamente al indulto otorgado por el ex presidente Rafael Caldera. El arribo de Chávez a Miraflores es, en su justa medida, responsabilidad de los venezolanos que para el momento de la contienda electoral posterior al gobierno del chiripero, clamaban por un cambio de rumbo en algunas de las políticas que en el país se aplicaron, especialmente, durante los segundos gobiernos de Carlos Andrés Pérez y el ex presidente Caldera y que se dieron como consecuencia, entre otras cosas, de praxis erradas en los gobiernos que a cada uno antecedió. La memoria es corta. Y en nuestro país parece diminuta al momento de examinarnos la conciencia y asumir débitos. Desde 1989, y quién sabe si desde antes, aunque el "Caracazo" materializó la inquietud de un amplio sector de las clases populares afectadas por un paquete de medidas económicas que el gobierno justificaba, la gran mayoría de los venezolanos, tanto en los cerros como en las zonas residenciales más exclusivas del mapa, susurraba a gritos el deseo de un cambio. Pero un cambio uniformado de verde, botas y cachucha. Se ansiaba la llegada de un héroe nacional que "pusiera orden", y reorganizara el país, como defendieron en su momento los seguidores de Marcos Pérez Jiménez. Fui testigo, en diferentes oportunidades, de airadas discusiones acerca de la "necesidad" de dar un "cuartelazo" para remendar una nación que se resquebrajaba. Fue así como el discurso populista, ya usado por anteriores jefes de Estado a quienes colocaba en la oscura lista de los indeseables, el comandante Chávez logra calar en la piel de los que acusaban a los partidos políticos del alza del precio del la gasolina, de la caída del precio del petróleo, de los casos de corrupción dentro de la Fuerza Armada y de la quiebra del sistema bancario, entre muchos otros fenómenos que les hacían recitar versos a la antipolítica y enarbolar carteles donde pedían ¡Que se vayan todos! Todos los que pertenecieron a algún gobierno dentro de los años posteriores al 23 de enero de 1958 serían culpables. Y de un plumazo borraría los años de democracia, imperfecta, pero siempre perfectible, que habían preñado la Historia de Venezuela de adelantos y desarrollo y que se esfumarían para siempre por el bien del soberano.La repetición de una verdad que no es tal, como el hecho del famoso indulto ordenado por Caldera, como causa de la asunción de un comandante a la presidencia, ha hecho que se olvide el ruido de los aplausos disimulados que miles de ciudadanos propinaron en sus escondites. Cumplidos y visitas de empresarios, representantes de la Iglesia, individuos sobresalientes de una nueva elite social que veía una oportunidad para sus negocios, mercaderes de botines, echaron leña a la fogata que el militar intentaba encender. El indulto para muchos analistas y conocedores de la ciencia política era necesario. Además, el discurso de Caldera donde manifestaba que tal asonada había encontrado eco en la población, cosa que indefectiblemente sucedió, y si no, ¿cómo explicar el apoyo que el militar encontró a posteriori?, llamaba a una reflexión de los representantes de ese mismo pueblo en el Congreso. El predominio de lo urgente y no de lo importante dio cabida tiempo después a una campaña electoral donde Hugo Chávez se convirtió en el Zamora que levantó las huestes para acabar con los protagonistas del pasado. Los candidatos de aquél momento prometían el perdón. La poblada lo exigía como medida aleccionadora y quizá veía la opción que los adelantados en política conocieron de reojo sin darle la escala precisa. El país que se había manifestado en contra de un gobierno militar cuarenta años atrás, se retorcía de arrepentimiento y buscaba purgar sus culpas. Los aplausos por el indulto bloquearon las advertencias sobre el personaje que sonaba a Che Guevara y resucitaba la figura de un Libertador que servía para actos conmemorativos en el relicario nacional. Hugo Chávez se hizo presidente porque la pérdida de credibilidad en la política y sus personajes lo buscó, lo enalteció y lo celebró. Y lo levantó en hombros para ayudarlo a llegar donde se propuso. Sólo que no hizo falta un golpe para lograrlo. Nosotros fuimos quienes le abrimos la puerta y lo invitamos a quedarse. No fue el indulto de Caldera quien lo colocó donde está. http://e1.f521.mail.yahoo.com/ym/Compose?To=anavalerimata@hotmail.com
sábado, 9 de febrero de 2008
El indulto de Caldera
Mascioli Garcia
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